No, ni entre el progresismo ni entre los grupos más reaccionarios. Los primeros optaron siempre por los cambios profundos y súbitos pensando que, contra toda evidencia, las Constituciones hacían milagros en 1812, en 1869, en 1873 y en 1931. Y los segundos aplastaron la moderación con mano dura y duradera. La moderación ha sucumbido siempre frente a los extremos, la intransigencia y las prisas, frente a las exigencias de los más expeditivos que lo querían todo y en seguida, ignorando la realidad. Solo la moderada Constitución vigente se ha salvado, por ahora. Las posiciones moderadas tienen mala prensa y volvemos a comprobarlo. Los ultraliberales del PP en torno a Esperanza Aguirre, a otros cuantos políticos, empresarios como el presidente de los madrileños y periodistas de la corte están que braman contra Rajoy porque, dicen, les ha engañado. Sube los impuestos, mantiene las autonomías, no recorta en serio el Estado del bienestar y hasta en política antiterrorista imita a Zapatero. El programa ultra es simple y contundente como ha resumido Aznar: acabar con las autonomías y con el Estado del bienestar. No se andan con bromas, acabar con las autonomías, con la mitad de los ayuntamientos, con los políticos, reducir pensiones, sueldos de funcionarios y funcionarios, asfixiar a los sindicatos, privatizar del todo la sanidad y la educación y, por supuesto, despedir a centenares de miles de emigrantes. Dicen que si Rajoy no se atreve, que pida ya el rescate y que sea el BCE quien nos imponga las más duras condiciones, justamente las que coinciden con las exigencias ultraliberales. Y desde la izquierda, cada día más fraccionada, le acusan también pero de todo lo contrario. Dice Cayo Lara en las nubes que hay que hacer un frente estatal antiPP y anticapitalista, el PSOE y los sindicatos le exigen que obtenga un rescate pero sin condiciones ni de Alemania, ni del BCE, ni de nadie y los nacionalistas lo de siempre. Pues bien, en esa situación la moderación merece un apoyo porque desde 1978 nos ha proporcionado el mejor período de convivencia pacífica y progreso de los dos últimos siglos. Habrá rescate con condiciones ni pocas ni suaves, porque ni desde la izquierda saben cómo conseguir un rescate sin condiciones que menoscaben parcialmente las actuales prestaciones, conseguir un regalo, vamos, ni desde la derecha ultraliberal saben cómo hacer para que esta sociedad soporte dócilmente un rescate con las condiciones extremas que ella reclama. La respuesta es que, evidentemente, no queda otra que aceptar la realidad y pechar con las condiciones tratando, lógicamente, de que el gobierno las consiga soportables y temporales sin ceder a sus halcones. El PSOE tendría que apoyarle en esto, pero me temo que nos quedaremos con las ganas.

Trasladado el planteamiento a la Galicia preelectoral y vistas las propuestas y la situación de partida de la oposición parlamentaria y lo que dicen los nuevos grupúsculos y los personajes ya conocidos, no parece que lanzarse a una mudanza de gobierno sea lo más sensato, por divertido que parezca o por mucho que el cuerpo pida un desahogo por los recortes y los incumplimientos de los populares.