El patriotismo es de pobres, según los ricos. El empresario francés Bernard Arnault solicitó la nacionalidad belga, adelantándose a los planes fiscales de François Hollande, que quiere cumplir con el déficit público con la participación de las fortunas francesas. Bélgica... Al país de los goces populares (buena cerveza, buenos tebeos, buen chocolate y mejillones pequeños con sabor a apio) lleva ahora Arnault las empresas del lujo Louis Vuitton-Moët-Hennessy, que será lujo belga.

Estos trasvases están bien. Se ha concedido la nacionalidad española a tres componentes de Les Luthiers. A lo mejor nacionalizamos a Carlos Alberto Daniel López Puccio, Marcos Mundstock y Daniel Abraham Rabinovich en respuesta a la nacionalización de YPF por Cristina Fernández, que pronto irá también a por el Almacén Don Manolo, pero que se pueda decir que el humor de Les Luthiers es español da un pellizco patriótico.

Comentaristas de la radio muy informados del cinismo económico y muy patriotas con la Guardia Civil y nada con la gran empresa señalan como tonta la pretensión de Hollande sin un reproche al rico Arnault, que "cuida su dinero de los impuestos y lo protege de los demás". ¿Por qué renunciar al ejercicio de la vergüenza social calificándole de sinvergüenza? Si jugamos a los países -aún sin asociarles sentimientos- algo habrá que pagar por usarlos y extraer tanto beneficio personal de algo colectivo. También se pueden dejar de comprar sus productos.

A veces el dedo señala lo que no es. Llevamos una semana llamando imprudente, boba y cosas peores a una concejala de un pueblo de Toledo porque se ha difundido públicamente un uso privado que ha hecho a las yemas de sus dedos (sin hacer daño a nadie, ni a sí misma) sin señalar al cerdo, traidor, malvado, majadero o todo ello junto que colgó en Internet, para conocimiento universal, algo que era inequívocamente personal.