Antes se distinguía entre haber sido educado en la escuela pública o en el colegio privado -si me apuran, por los jesuitas o por los dominicos- en una familia católica o en una no creyente, en un ambiente autoritario o liberal, en el machismo imperante o en una ínsula de matriarcado. Esas distinciones no llevaban a nada concluyente pero sigue el empeño en distinguir. Ahora empieza a oírse a personas que dicen haber sido educadas "en la cultura del esfuerzo". Antes se hablaba del esfuerzo. No estaba bien que dijeran de ti "no se esfuerza" pero tampoco que solo pudieran decir "pero se esfuerza mucho". O sea, estaba bien en general pero, en concreto, no tanto. Se modulaba más bien por la intensidad: mínimo o máximo. La ley del mínimo esfuerzo era garantista y se ponía a favor del reo. "Aprueba, pero aplica la ley del mínimo esfuerzo".

Ahora, si buscas en Google la explicación de a qué llaman "cultura del esfuerzo" ves ejemplos de empresarios del siglo XIX, mucho uso del término en páginas deportivas y las declaraciones de un millonario valenciano referidas a los tenderos chinos en España como ejemplo que deberíamos imitar. Pronto serán los constructores de las pirámides. Convendría saber qué quieren decir cuando dicen "cultura del esfuerzo", qué quiere resaltar el que asegura haber sido educado en la "cultura del esfuerzo" y qué se reprocha al que no haya sido educado en ella.

Las palabras tienen connotaciones que la razón no entiende. Pienso que vivir es esforzado pero cuando oigo a alguien decir que ha sido educado en la cultura del esfuerzo se me viene a la cabeza que es estreñido y esta asociación involuntaria y rara me lleva a la conclusión de que el producto de su energía es una mierda. También le imagino contrario a los alimentos que aporten fibra, a los laxantes y, en general, a los vientres con flora intestinal favorable.