El colegio y la parroquia distribuían huchas y nos lanzaban a cuestar "para los chinitos". ¿Qué chinitos serían aquéllos, de graciosos ojuelos y dientes de conejo en las alcancías de barro barnizado? Las cuestaciones desaparecieron con la revolución cultural de Mao, pero en la memoria mitogénica de la mísera España de posguerra quedaba un clisé de pobreza todavía más negra. Ese pueblo de más de 1.200 millones de individuos es ahora tan variado como el firmamento. Hay de todo en el puzle descomunal que han llegado a ser nuestros "chinitos". Algunas de sus piezas infames vinieron a robar en España, tal vez persuadidas de que los descendientes de la sociedad de las alcancías portan el gen de la beata estupidez, propicio a golfadas de todo pelaje. La operación Emperador ha descubierto lo que se pregunta desde hace años cualquier ciudadano biempensante: ¿por qué tanto chino así como de repente?, ¿dónde y cómo pueden vivir de esas tiendas de baratijas?, ¿pagan impuestos?, ¿qué hacen con sus muertos? Cuando el polígono Cobo Calleja, de Fuenlabrada, empezó a saltar a los medios, fue impactante la imagen del enorme flujo de dinero movilizado por los chinos. La pregunta, entonces, cambió de sentido: ¿adónde va ese dinero?

La respuesta del blanqueo, la fuga de capitales y los contenedores llenos de euros con destino a paraísos fiscales, a la especulación artística del marchante Cao Ping, y a otros negocios de mala nota, no ha sorprendido a muchos, salvo por su volumen y por la ineficacia del control que ha permitido la evasión, que se sepa, más de mil millones de euros en los últimos cuatro años. Ocioso es añadir que no son "imputables" todos los chinos en España, ni siquiera todos los que tienen base en Fuenlabrada y otros centros de distribución, sino tan solo los ya detenidos y los que quedan por trincar. Esperemos que esta tardía acción afine el control futuro, pues donde ya sobraban españoles insolidarios que expatrian sus dineros cuando pintan bastos para todos los demás, estos chinos listillos han venido al descabello con la desfachatez secretista que les caracteriza, sobre todo en un esclavismo que España no puede tolerar en su suelo, sea el que sea y de quién sea el negocio.

China es una realidad apabullante, y su pueblo un inmenso reservorio de energía y de sorpresas. Casi simultáneamente, el novelista MoYan ha ganado el Nobel de Literatura 2012 y el pseudo-marchante Cao Ping quedó en España con las vergüenzas al aire y una abultada cuenta judicial. Hay de todo entre 1.200 millones de opciones humanas, intelectuales y morales. Pero no excluyo que los de la operación Emperador hayan venido a vengarse de nuestras cuestaciones infantiles. En su radiante paraíso, mi piadosa maestra de primaria debe de estar horrorizada por tanta ingratitud.