El próximo domingo (25-N), los ciudadanos censados en Catalunya podrán acudir a las urnas a depositar sus papeletas votando a la opción política con la que se consideren más identificados en el momento actual. A la vista de las muchas encuestas publicadas, se deduce que CiU ganará las elecciones por mayoría simple, le seguirá E.R., el tercer y cuarto puesto, en liza, entre el PSC y PP, y de quinta fuerza en el Parlament, ICV. Particularmente tengo mis dudas, sobre todo en lo que se refiere a CiU, me atrevería a pronosticar una mayoría absoluta de aquella coalición política.

El fundador de la saga, Jordi Tranquilo Pujol, guarda una cierta similitud, en sus formas y maneras de actuación política, a Moisés. El patriarca bíblico mostró a su pueblo la tierra prometida y nombró a Josué para que dirigiese a los hebreos, y el venerable catalanista designa a Mas para que aplique los tres mandamientos fundamentales: ocultismo, oscurantismo y oportunismo del independentismo. Consecuentemente, siguiendo al pie de la letra las órdenes recibidas desde hace unos meses y sobre todo desde que comenzó la campaña, hemos visto declaraciones y contra declaraciones de todas las fuerzas políticas intervinientes en el proceso electoral, sobre todo en las manifestaciones, conferencias y declaraciones con las que nos ha obsequiado el señor Mas, que, según la tramontana o el mistral que aventara sus intervenciones, así ponía el acento en más o menos soberanismo, independentismo y si tales posturas no cuajasen porque el pueblo catalán no se pronunciase masivamente (por encima del 50%), se intentaría un encuentro en la tercera fase: un estado libre asociado. Tales propuesta hechas por Mas obedecen -exclusivamente- al ámbito político de la familia Pujol y se circunscriben a ejercitar el ocultismo sobre la existencia de ciertos fenómenos que, en las circunstancias actuales, carecen de explicación racional; así, practicando el oscurantismo político se intenta tapar los tremendos errores socio-laborales que sufre la mayoría de los catalanes y, en un alarde de oportunismo, el actual gobierno de la Generalitat intenta cubrir las desigualdades y carencias sacando a relucir los deseos legítimos, legales y reclamables de aquella nación histórica.

Lo tremendo de todo este embrollo es que los partidos políticos de carácter estatal o autonómico se olvidan de hablar de lo que realmente interesa, que no es nada más y nada menos que lanzarse a la yugular de un gobierno que se ha ciscado por encima de las clases sociales excepto, como no podía ser de otra forma, la oligarquía catalana, que es y tiene un cobijo propio que es el que les presta Mas desde Convergencia y más desde Unió Democrática y mucho más la conjunción de ambas formaciones desde CiU.

Por otra parte, se ha crispado a la opinión pública desde la caverna madrileña. Medios de comunicación de claro signo conservador se han lanzado desde las riberas del Manzanares a descalificar un proceso que si bien (a mi juicio) no es oportuno, sí es totalmente legal. Cualquier pueblo puede reclamar su soberanía. El simple hecho de la convocatoria de un referéndum no conlleva ningún ilícito penal. Es un acto puramente administrativo y como quiera que no está previsto que pueda convocarlo, unilateralmente, ninguna CCAA, el Tribunal Constitucional intervendrá en uso de sus facultades e impedirá que la cosa siga adelante. Es lamentable lo que se publica desde Madrid. Ya contemplamos asombrados las cabeceras de algunos periódicos en relación a la participación en la pasada huelga general. Que los periodistas discrepen en relación a los motivos positivos o negativos de aquel acontecimiento es normal. Que lo hagan en cuanto a su incidencia social y presencia en la calle, lo considero un desprestigio colectivo para la profesión. ¿Cómo se pueden ver 35.000 personas en la mañana madrileña, del día de autos, cuando las cifras facilitadas por la propia policía municipal era tres veces superior? ¿Cómo se puede publicar -en un conocido diario de la Villa y Corte- que "los catalanes están implicados en la muerte de Cristo"? Si el columnista que lo escribió quería hacer un chiste, la verdad es que no tiene gracia. Y terminamos con un dato esperanzador que ayer salía en toda la prensa: en el debate a siete planteado hace tres días por los candidatos a presidir la Generalitat, ha habido puntos de encuentro interesantes, no sólo en cuanto a las cuestiones económicas, sino en cuanto al derecho a decidir y a rechazar burdas campañas de descrédito. Por una parte, PSC, PP y C¨S coinciden en que el Estado español debe ser reformado y por otra, no se da crédito a la campaña de "acoso y derribo contra Artur Mas dirigidas desde El Mundo a partir de un informe sin paternidad conocida..." (sic). Hoy también sabemos que el señor Pujol y Mas se han querellado contra el citado rotativo.