Nunca la antigua Comisión Económica Europea (CEE) dio síntomas de querer atender las peticiones que, desde algunas instancias españolas -como la asociación Aetinape-, se formulaban en el sentido de dotar a los pesqueros de la UE de una bandera comunitaria que igualara y no, como ocurre actualmente, provocase discriminación.

Si entonces se discriminaba a la flota española (como en el acceso al box irlandés o los caladeros del norte) con actuaciones específicas de las patrulleras, lo que ocurre ahora con ese síndrome coruñés que causa la más absoluta desorientación entre armadores y tripulantes de los pesqueros de Gran Sol, profundiza en esa "diferenciación" propiciada por Bruselas tal vez a petición de algún lobby pesquero de la capital belga a cambio de dinero fácil y prebendas graciosamente concedidas a quien haga valer los intereses allí representados.

No es, aunque lo parezca, el afán conservacionista, la sostenibilidad de la pesca, lo que moviliza la inspección comunitaria en un puerto como el coruñés donde la mayor parte de la pesca comunitaria entra en camiones frigoríficos y no en pesqueros. A Coruña perdió su antigua importancia como puerto base de buques de Gran Sol. De lo que se trata ahora es de acabar con lo poco que queda aplicando una vigilancia exhaustiva, desproporcionada, y fijando sanciones a barcos que implican el amarre a puerto pese a que aún tienen miles de kilos de especies diversas a ellos adjudicados y que se quedarán en la mar porque la retención de los buques por un posible exceso les mantiene atracados sin poder pescar.

La CE, movida por no se sabe qué intereses, ejerce de Gran Hermano y A Coruña pierde su condición de referente en beneficio de no se sabe quién; pero sí tiene que haber algo o alguien que da de comer a esa hidra de siete cabezas que es el Gran Hermano comunitario, en contra de lo que permitiría la recuperación de un puerto pesquero como el coruñés.