Con la misma rotundidad con que han podido leer esos datos del titular, así comuniqué por el móvil a Chema, recién llegado desde Austria, la localización del coche, por si él accedía antes, en el estacionamiento del aeropuerto al que acudí a recogerle. Lo chusco del caso es que cuando los dos, después de los abrazos del encuentro, llegamos al puesto 11 de la fila 13 allí no estaba el coche sino otro distinto, que no era el mío. Di vueltas y revueltas, y menos mal que no fui a la oficina para denunciar la sustracción de mi coche. Resulta que ese estacionamiento tiene además colores -naranja, verde y azul- para triplicar la numeración de las plazas -detalle en el que yo no había reparado-, y el primer sitio 11 de la fila 13 que me topé era naranja, mientras que yo lo había dejado en la verde. Sencillamente, me había empecinado en algo erróneo, estaba equivocado. Ser tozudo e insistente es una virtud, estando dispuesto a cambiar de opinión si conoces nuevos datos; pero ser cerril y testarudo sin querer atender las razones de los demás es grave defecto, en el que caen algunos políticos de este país y de otros.