A casi dos meses de las europeas creo que vale decir con verdad, querida Laila, que Podemos está marcando la agenda del debate político en España. Primero lo hizo en la izquierda, que se conmovió, y ahora lo hace también en la derecha, no tanto porque toque a su electorado, que también puede llegar a hacerlo, cuanto porque quiebra el bastón bipartidista en que la derecha se apoya para acceder al poder, sostenerse en él y, en el peor de los casos, asegurar la alternancia.

Al día siguiente de las europeas el efecto Podemos se hizo evidente en IU y en el PSOE, que se vieron obligados a abrir un proceso interno de renovación en el que están ahora y del que no sabemos todavía qué alcance llegará a tener. Mes y medio tarda el PSOE en renovar totalmente su dirección e IU está en ello. El efecto Podemos no pudo ser más fulminante en estas dos fuerzas políticas, habida cuenta de que quedó demostrada su incapacidad para captar y representar todo el descontento social generado en el país durante los tres últimos años, tal como cabría esperar si hubiesen acertado en su tarea de oposición a los gobiernos responsables. En realidad son percibidos como cómplices o colaboradores necesarios del desastre y, por tanto, dignos también de condena y castigo.

Y es que, querida amiga, Podemos no es más, de momento, que la inicial cristalización en una formación política naciente del malestar y de la frustración, pero también de la crítica política que discurre, densa, por el sistema circulatorio de la sociedad. Crítica al origen, efectos y gestión política de la crisis; crítica del deterioro agresivo al Estado del Bienestar con sus secuelas de empobrecimiento general, agresión indiscriminada a las clases medias, incremento de la miseria y la marginalidad y crecimiento de la desigualdad social; crítica a la fiebre privatizadora de los bienes públicos para favorecer grandes negocios privados, con querencia de oligopolios; crítica al modelo bipartidista y al deterioro de los políticos y de la política misma por su ineficacia, ineficiencia y subordinación a los mercados especuladores; crítica a la corrupción económica y política y a la perversión evidente de valores, virtudes y reglas sociales y colectivas que se proclaman con la misma facilidad que se transgreden; crítica, en definitiva, al deterioro y malversación de la democracia, restringiendo al mínimo la participación, embridando la expresión, la opinión y la protesta y difuminando al máximo las fronteras entre los poderes del Estado. Esta crítica, rotundamente política, circula viva por las venas y arterias de la sociedad y Podemos ha sabido sintetizarla y abanderarla. Posiblemente y hasta ahora, nada más ha hecho eso, pero convendrás conmigo, que también nada menos, lo que le lleva a ocupar el espació que la izquierda tradicional, indolente o pervertida, deja libre.

Hasta aquí, querida, la izquierda. Pero es que ahora también la derecha, que va de centro, le ve las orejas al lobo, tal como se puso de manifiesto en esos saraos de verano del PP y en su creciente manía por acusar a Pablo Iglesias de haber matado a Kennedy o de utilizar calzoncillos largos. También aquí Podemos marca el debate. Primero, porque toca el bipartidismo y, segundo, porque por las venas de los votantes del PP, mayoritariamente clases medias y populares, corre la misma sangre crítica que por el resto de la sociedad. Que una cosa son los votantes y muy otra pueden ser los intereses que realmente defiende esta derecha española de nuestros pecados.

El reto de Podemos no está en su denuncia, sino en la concreción de su organización y de su propuesta y por aquí, querida, debe ir el análisis, el debate y, en su caso, la crítica.

Un beso.

Andrés