Cada 11 de febrero, fecha como la de hoy, festividad de Nª Sª de Lourdes, viví una jactancia vana de adolescente simple. Y todo porque ese día los alumnos del colegio Nª Sª de Lourdes éramos los únicos en Valladolid con vacación por la fiesta de nuestro colegio, mientras que las festividades de otros colegios como el san José (19 de marzo), o el Hispano (12 de octubre, fiesta de la Hispanidad), o la Inmaculada (8 de diciembre) también las disfrutábamos nosotros. Pero el 11 de febrero solo los del Lourdes, como allí se decía. Era mi hecho diferencial, aplicando la terminología al uso cuando algo es singular y no compartido por la pluralidad. Aparte de esa fatua vanidad que reconozco y nada vale, lo singular y realmente importante de tal día como hoy es recordar la revelación pública aceptada por la Iglesia que autentifica las apariciones de la Virgen en 1858 a Bernadette Soubirous en Lourdes (sur de Francia), apariciones en las que la mismísima Santa María se declara e identifica diciendo en el dialecto patois de la zona que Ella es la Inmaculada Concepción, revelación que acalló las discrepancias que el dogma promulgado en 1854 había levantado. Mejor testimonio, imposible.