No se debe, querida Laila, minimizar el escrache a González y Cebrián en la Autónoma. Y la realidad es que casi nadie hizo eso. Ni siquiera los organizadores o partidarios de la movida. Lo que sí se hizo fue magnificarlo y engordarlo para criminalizarlo. A ello se dedicó con ahínco la considerada turba mediática del régimen, que se dedicó a magrear las hojas hasta el hartazgo sin tocar para nada el rábano. Lo mismo que hizo el ministro del Interior cuando lo cazaron conspirando y utilizando las instituciones para denigrar a sus adversarios políticos. Para él lo cardinal no fue la vergonzosa e inicua conspiración, sino el hecho de que lo grabaran en su despacho, lo que puede ser ilegal, pero mucho menos que dedicarse a fabricar indicios, con muy pocos pelos y sin señales, para hundir reputaciones políticas de legítimos adversarios. A parte, en el caso de la Autónoma, mucho se habló de las formas empleadas en la movilización y menos de sus motivos o de lo que se les achacaba a los dos prebostes. Conviene, pues, señalar, querida, que la movida universitaria expresaba unos reproches muy concretos del presente y del pasado que, por mucho que debieran ser formulados de forma más cívica, están ahí y son dignos de ser conocidos y valorados. Lo peor de este escrache seguramente está en que, con sus formas, lo que en realidad han conseguido es esconder el rábano a fuerza de agitar las hojas. Lo que se reprochaba a los conferenciantes era su esfuerzo para promover el apoyo a un Gobierno de Rajoy en el presente y la implicación política, más concreta en el caso de Felipe González, en la guerra sucia de los Gal. Es verdad que el expresidente González nunca fue imputado y mucho menos juzgado por los casos ventilados del llamado terrorismo de Estado, pero también es cierto que los hechos se produjeron cuando él gobernaba y afectaron directamente a funcionaros y políticos a sus órdenes, que sí fueron juzgados y condenados, pero también públicamente apoyados por su presidente. Cabe por tanto escrutar si González contrajo o no responsabilidad política y si ésta se substanció o no, o de forma suficiente, en algún momento o cuando perdió las elecciones, recordemos, con una "dulce derrota". En todo caso, parece evidente que aquellos acontecimientos criminales nunca dejarán de pesar, nunca prescribirán en el currículum político de Felipe González. Quiéralo o no, el reproche por estos hechos jamás abandonará al expresidente del Gobierno, precisamente por no haberse sustanciado con claridad ni todas las posibles responsabilidades legales ni, sobre todo, las políticas. Tampoco es González el único caso de un presidente marcado para siempre con un gran reproche y con una abultada cuenta sin pagar. Su sucesor Aznar, que tampoco ha sido juzgado todavía como se debiera, arrastrará para siempre la mancha indeleble de su apuesta y participación en la guerra de Irak. También una guerra sucia que además se trató de justificar con una gran mentira y que implicó a una ciudadanía masivamente en contra de la mentira y de la guerra. Por ello perdió, esta vez amargamente, las elecciones pero jamás se librará del reproche y hasta quizá algún día se le juzgue por una atrabiliaria decisión política de la que ni siquiera se arrepintió nunca como, por ejemplo, hizo su cómplice Tony Blair.

Con estos antecedentes sin resolver no es de extrañar que mucha gente, hace ya tiempo, haya llegado a la conclusión de que "PP y PSOE la misma cosa es" y reprochen a Cebrián y a González que se hayan empleado tan a fondo para entregar de nuevo el poder a Rajoy.

Como ves querida, parece que lo esencial y reprobable, en la movida de la Autónoma, no es el escrache, sino el objeto del reproche.

Un beso.

Andrés