Tengan ustedes buenos días, en una jornada más, que espero les depare grandes satisfacciones. Un nuevo día, sábado, en medio de una actualidad cuyo frenético ritmo no puede ni debe pasarnos desapercibido. Y ello en un contexto, imprescindible expresarlo en este párrafo introductorio, que para mí afianza la constatación de que este es un momento extraño y diferente, pero de cuya resolución va a depender mucho la configuración a largo plazo de la sociedad en la que hemos vivido y crecido.

Y es que sí, lo reitero. Este parece, verdaderamente, un punto de inflexión en muchos temas, todos ellos relacionados. La política global, por ejemplo, ha sufrido tantos varapalos en términos de cambios bruscos de tendencia, sorpresas y episodios turbulentos, que no está claro cómo se resolverá en los próximos años. Hoy mismo se vive la resaca de la toma de posesión ayer del cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos, con un discurso ciertamente complejo de digerir, en un momento de auge planetario de lo populista. ¿Y qué es el populismo para mí? Pues, a partir de un cuestionamiento expreso y consciente de todo el devenir de la gobernación en los diferentes países hasta el momento, la generación de un espejismo de que, con el cambio prometido, gobernará el pueblo y se gobernará exclusivamente para el pueblo, cuando no deja de ser otra élite -o elite, como prefieran- la que asume el poder. En el caso de Estados Unidos creo que no hay duda. Y en otros también.

Y todo ello en un contexto donde la desigualdad global -hablábamos de ello en el artículo anterior- sigue en franco aumento, con todas las consecuencias negativas que esto siempre implica, y que de alguna manera son origen de lo planteado en el párrafo previo. Si a eso sumamos una crisis de modelo social que persiste y se cronifica, con una sociedad con menos referentes y, como decíamos hace un par de semanas de la mano de Zygmunt Bauman, más líquida, el momento se presenta claramente como delicado. De lo que ahora construyamos, dependerá cuáles serán los mimbres de los que esté edificada la sociedad del futuro. De xenofobia y de altos muros, de integración y de búsqueda de soluciones a los grandes problemas de la Humanidad, de entendimiento y de consenso, o de divergencia y conflicto...

Pero si hay un ámbito verdaderamente surrealista en este momento crítico, este es el económico. Lo que se ha ido viviendo en estos últimos tiempos, y particularmente estos últimos días, es directamente alucinante. Increíble. Una muestra de que algo extraño, muy extraño, ha llegado y se ha instalado entre nosotros. Una evidencia de que los fundamentos de nuestra convivencia planetaria se han removido profundamente en las últimas décadas. Esto no es malo ni bueno en sí, pero hemos de saber aprovecharlo para obtener, de tal transformación, una sociedad mejor.

Pero vamos a lo que vamos. A la expresión más clara de la actual dislocación de la realidad... Sucedió en Davos. Allí Xi Jinping. secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China, presidente de la Comisión Militar Central y presidente de la República Popular China, reaccionó a las amenazas proteccionistas de Donald Trump, exhortando a las naciones y sus dirigentes a no entrar en una espiral de tal índole, que perjudicaría a la economia global. Un presidente supuestamente comunista de un país etiquetado de boca para afuera como tal, pidiéndole al hoy ya presidente de los Estados Unidos, bastión del capitalismo en estado más puro, que deje fluir al libre mercado y no se instale en el proteccionismo y la intervención. Una verdadera bofetada a cualquier lógica previa al momento actual, más digna de un sketch de José Mota o de una entrada de El Jueves que de la sección de Economía de cualquier tabloide. Pero hecho que, por muy perplejos que nos deje, pertenece a la estricta nómina de la realidad.

Surrealismo, pues, que volvería a llevar a la tumba a Adam Smith si ahora mismo levantase la cabeza. Capitalismo y comunismo confundiendo sus papeles, si es que podemos seguir aseverando aquello de que China es comunista -eso dicen ellos- o Estados Unidos capitalista, a pesar de que su Farm Bill lleve años incidiendo en un proteccionismo a ultranza de sus productos agrícolas, que ahora Trump, en medio de un delirio mucho mayor, ha prometido llevar al límite...

Surrealismo, sí. Surrealismo...