Me comentan que en un colegio femenino abandonaron hará años -fue en los noventa, pero si pongo a finales del siglo XX va a parecer una eternidad-, las actividades conocidas como de aguja y dedal, sucesoras de las antiguas labores de bordado -los primorosos dechados de nuestras bisabuelas- porque pensaron que los aires feministas no iban en esa dirección. Ahora ese mismo colegio ve con jolgorio que las actividades Arts&Crafts -versión muy british del anterior aguja y dedal- tiene un gran éxito no sólo entre las actuales alumnas, sino también entre sus madres, las escolares que en su época las abandonaron. En esta línea me aseguran que se vuelve a hacer calceta, después de años de dejadez como cosa periclitada, con esas largas agujas que siempre sobresalían del ovillo de lana que esperaba pacientemente en el generoso bolso de nuestras abuelas y madres, pero ahora con un valor añadido porque me cuentan que calcetar relaja y sirve como terapia para superar estrés y cosas por el estilo. Hace poco leí en unas memorias de mi hermana Lita que en su colegio, en 1944, le prohibieron usar la aguja de ganchillo porque podía pinchar con ella a otras niñas. Posiblemente ahora muchas enseñantes ya no sepan ni qué es el ganchillo. Cosas veredes, amigo Sancho?