Peregrinación y ardor político resumen la solemnidad del Día de Galicia en el fervoroso centro histórico compostelano. La propaganda desplegada por la Xunta, O bo camiño, revierte, con matices, en grado superlativo sobre un único destino. Para los eclesiásticos el turismo está bien como efecto, nunca como causa. Cuando surge no se recuperan "caminos" cuyos orígenes -aseguran- han sido tomados por la fabulación y la novela. Acabada la peregrinación y al extasiarse ante el Pórtico de la Gloria que alberga la Catedral, el peregrino siente la sensación de abandono al concluir el itinerario jacobeo. Extramuros del casco histórico, la ardentía republicana sacude a los políticos entre la memoria y el deseo. La izquierda gallega, atomizada, divergente, hizo "picnic" por la geografía regional. Solo el BNG se congregó en Santiago con aspiraciones poco verosímiles. Al galleguismo gallego, insistimos, le falta escenificación. Sus "personeiros" debieran realzar su presencia, en estas solemnidades, vestidos de "fuco" y "cirolas". Ellas debieran lucir el traje muradano y tocarse con el "sancosmeiro". Sería lo más coherente y eficaz para relanzar el costumbrismo de interés antropológico. Por su parte los "gobiernos del cambio" no proyectan el mejor rostro de Galicia. Sus presupuestos municipales son como el chicle. Una vez aprobados surgen las "modificativas" progresistas, de acusado convencimiento doctrinal: rebajan las subvenciones al ámbito de asistencia social, Cáritas y Cocina Económica, para su política clientelar en las fiestas barriales. El PP y el BNG claman sin ser escuchados. El socialismo, desactivado, limita su disenso a las formas, no al fondo. De jugar por el centro escorado a la izquierda ha pasado a jugar por una banda.

Otrosí digo

Convencidos de que quien ha situado a Galicia y a La Coruña en el Atlas ha sido Zara, icono de nuestra imaginería y símbolo más valorado, reflejo del gusto de nuestra época, hay quien pretende erigirse en la "cantera" de tan grandiosa empresa, cuyo origen coruñés está fuera de dudas. Su secreto: la confianza universal de millones de clientes satisfechos y convencidos. El hecho rebasa cualquier "expugnación" lugareña que no puede evitar la luminaria final.