Al entrar en el ecuador del verano, la música latina se enseñorea de La Coruña al tiempo que invade nuestras mesas el pimiento de Padrón, ají que no precisa aderezo: basta una sartén, aceite de oliva y sal. Y a disfrutarlo. No hay catártico mejor para facilitar una digestión pesada; su peculiar picor produce alboroto interior. La cocina gallega, que busca mantener el sabor natural de sus componentes, guarda un secreto: mezclar en un mismo plato ingredientes antagónicos entre sí. Por algo los clásicos griegos llamaban Armónico a su gurú culinario. La música, para los coruñeses, es un estado de ánimo que nace de la relación con la América hispana. La música, de uno y otro lado, es una identidad compartida que se advierte en el bolero cubano con olor a tabaco, el sensual tango, la promiscua samba, la salsa dominicana, la provocadora cumbia colombiana, las parrandas panameñas, las marimbas antillanas de Honduras y de Costa Rica, hasta en el joropo venezolano, vibrante en la evocación dramática actual. La música latina es difícil de definir en estos tiempos, en aquellos territorios donde la vida circula al galope de la violencia y de la miseria. Una de las señas latinas, el girasol, que trajeron desde Perú nuestros descubridores, ha desaparecido de nuestros parques y con él la vindicación tardía de América. Los jardines coruñeses, en tiempos del alcalde Molina, ofrecían el colorido diverso de tulipanes, gladiolos y girasoles. El gladiolo, la flor de la elegancia, fue suprimido al llegar los socialistas a María Pita. Vino la camelia, flor autóctona de Galicia, flor de la amistad y la devoción aldeana. Ahora los jardines están sedientos, abandonados y por falta de riego, corren peligro de perder su permanente voluntad de belleza. Al girasol, especie de as de oros con la cara tiznada, causa pena verlo tristón en alguna maceta, despelujadas su aureola y sus lanceolados pétalos amarillos, como si padeciera tortícolis de tanto mover la cara en un solo sentido. Algo parecido les sucede a los socialistas, ahora obligados a recibir la luz de Pedro Sánchez.

Otrosí digo

La peste del fipronil, utilizado para eliminar el ácaro aviar, no ha afectado a las ponedoras galaicas, según garantiza la Agencia de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición. La tortilla española, con perdón, cuyo pincho tiene fama internacional, seguirá siendo muy solicitada, igual que la más cercana, de Betanzos, a la que, como se sabe, hay que echarle muchos productos gallináceos.