Buenos días. No conozco personalmente a la presidenta de la Comunidad de Madrid y soy persona que me dejo influir poco o nada por los comentarios de terceras personas, si estos no están fundamentados sólidamente. No, no tengo una opinión definida sobre ella, ni en un sentido ni en otro. Dicho esto, comprenderán que no le tenga ningún tipo de animadversión ni de filia a priori. En absoluto. Como a cualquier otro ser humano, además, le deseo lo mejor. Porque si a los demás les va bien supongo que, por extensión, todos seremos más felices.

Cuento esto porque lo siguiente que tengo que decirles es que estoy profundamente preocupado por lo que, en relación con ella, se está dirimiendo estos días en la Comunidad de Madrid. Hay indicios, o sospechas probadas, de un fraude en la evaluación de un Trabajo de Fin de Máster de la política citada. Bueno, más que sospechas, algo más... La propia supuesta presidenta del Tribunal que supuestamente valoró dicha memoria y su exposición nos cuenta... ¡¡que esto no es verdad, y que ella nunca estampó en el Acta su firma!!

Pero el despropósito no termina ahí. Porque, con el ánimo de abordar su legítima defensa, la autoridad afectada esgrime argumentos del mismo modo horrorosos, que solo enfangan más la cuestión. Dice, por ejemplo, que admite que nunca fue a clase... Y yo me pregunto, ¿cuál es el efecto beatífico de un máster, en términos de formación, si no acudes a clases? No sé si se les escapa, pero la lógica de tal tipo de estudios es, precisamente, poner en contacto al alumnado con profesionales y docentes de reconocido prestigio sobre el ámbito temático del que se trate, para incrementar así su preparación específica sobre un determinado tema. Si es un máster presencial -lo online es otra cosa- y no vas a clase... ¿Qué sentido tiene eso? ¿No es una tomadura de pelo?

Y ahí es donde, ciertamente, se produce el punto de inflexión hacia lo más grave. ¿Será que en este caso tal formación, real o no, tan solo se abordó para adornar un currículo, como quien pone un florero? Sin acta, sin trabajo y... sin clases... ¿qué nos queda? ¿Qué está pasando aquí? Presuntamente terrible. Y, a menos que se den muchas y muy buenas explicaciones sobre todo este despropósito, verdaderamente grave...

La Justicia lo aclarará... Pero esto amerita una reflexión mucho más general sobre esta cuestión. Y es que, en materia de competencias de personas públicas, parece que el papel lo aguante todo. Ya hemos criticado más de una vez en esta columna el supuesto currículo de quien ostentó, por ejemplo, importantes direcciones generales y otras jefaturas ejecutivas, sin mayor formación que la de un oficio digno, pero absolutamente inapropiado para tales puestos directivos. Personas que esgrimen diplomas como si fuesen otra cosa pero que, en el fondo, se traducen en lo supuestamente aprendido en una tarde de charla en un Ministerio. Y no pasa nada... Todos miran para otro lado, casi siempre. Pero, miren, seré claro. Lo que a uno le puede parecer una buena jugada para fortalecer su empleabilidad o su fortaleza dentro de un partido político, nos empobrece a todos. La sociedad, en su conjunto, pierde si las personas que gestionan lo de todos no tienen las competencias adecuadas para la tarea. No es el caso de la Sra. Cifuentes en su actual puesto, ya que el mismo es de naturaleza política y un máster más o menos no la legitima más o menos. Pero, si se comprueba lo que se plantea hoy en Madrid, podría haber mentido e incluso incurrido en figuras tipificadas en el Código Penal. Algo absolutamente inaceptable para un político en primera línea, incluso en un país como España.

El desprestigio que está destilando todo ello a las instituciones académicas es gravísimo, en un país cada día moralmente más desmembrado. Y el impacto sobre las personas que, honestamente, sacan adelante sus estudios con mucho esfuerzo personal, también. Se lo digo yo, que fui profesor durante catorce años de un módulo en un máster de la Universidade de Santiago, además de haber cursado diferentes programas de máster y postgrado en escuelas de negocios de muy reconocido prestigio. Y todo ello, como cualquier otro currículo abordado por personas honestas, ha implicado horas y horas, esfuerzo y más esfuerzo... Y eso no puede ser ninguneado. Yo amo mi máster, sí. O mis másteres. Y, por eso, considero que cualquier forma de menoscabar tal formación, dejándola a la altura de un chascarrillo, me daña.

España, y he aquí el tema de fondo en esta historia, es un país donde para dirigir algo parece que no haga falta formación. "Tú te pones ahí y... ya vas viendo". Así, técnicos de todo tipo, sin formación específica en dirección, o incluso personas funcionalmente iletradas, dirigen con frecuencia todo tipo de organizaciones. Y esto, en lo público, mucho peor aún. Es sangrante. Deberíamos reflexionar sobre ello... Y no tomarnos a broma cuestiones que inciden directamente en lo que nos afecta a todos.