Qué tendrán los alarifes a la hora de renovar las plazas coruñesas? Si observamos su diseño es notoriamente mejorable. Véanse las de la plaza de Pontevedra, la de Cuatro Caminos, la del Humor, la del Libro, la Porticada (inacabada), incluso la de María Pita, en cuyo Palacio Municipal los gobernantes de turno creen que el uso del poder es cambiar la realidad. Excepto la recoleta de la plazuela de las Bárbaras, que conserva todavía la vitola original, el resto de las plazas coruñesas se han hecho o reformado a gusto de la autoridad establecida. Es un problema, casi irremediable, dejar el urbanismo en manos de los políticos, el resultado es triste y visible. En este capítulo, la Ciudad Vieja continúa siendo una asignatura pendiente, es decir, un recinto entenebrecido, aislado. Prueben a ir en su vehículo a la calle Tabernas o al Finisterre; la circulación es un galimatías, un bloqueo. Hasta la fecha, por cuestiones de tráfico, no se ha conseguido establecer una ruta expeditiva. La rehabilitación parece no haber conseguido conciliar la patología monumental con el confort del vecindario cuya idiosincrasia refleja el pasado y un estilo de vida cargado de sentimientos. La vida social de este contorno histórico, alejado de la actividad cotidiana del resto de la ciudad, necesita para siempre ordenar el tráfico, resolver los problemas de estacionamiento, mejorar el alumbrado, acertar en la peatonalización, más vigilancia nocturna y tantas razones, en las mejoras indispensables, para preservar el aroma profundo de los tiempos.