Sin intención de hablar del cambio de gobierno ocurrido recientemente, he de emplazar al nuevo ministro de Fomento para avisarle que ahora tiene en sus manos la posibilidad de hacer realidad un proyecto ansiado en el todo el noroeste peninsular: enlazar por ferrocarril los puertos de Galicia y Asturias con el Corredor Atlántico. Casi en paralelo con la moción de censura al PP y el salto socialista al poder en España, representantes de la esquina peninsular lograban en Bruselas la promesa de incluir esa derivación ferroviaria -que consiste sobre todo en modernizar la infraestructura accediendo a las ayudas económicas comunitarias- para que este rincón de la piel de toro se articule con el transporte ferroviario rápido y decente hacia el resto de Europa. Es un nuevo cartucho esperanzador para esa vieja aspiración de no dejar aislada ferroviariamente a Galicia. Pero no todo depende de la UE y del señor Ábalos, responsable ahora de los trenes y vías aquí, sino también, y mucho, de los industriales y los empresarios que han de contribuir en la consolidación de ese tramo, tal como los emprendedores levantinos lo han hecho con el Corredor Mediterráneo que coloca en toda Europa las frutas y hortalizas de las huertas mediterráneas casi al día.