Hace calor, señores y señoras. 11 de julio, y la canícula aprieta. ¿Por qué se empeñarán en seguir llamándole a esto "buen tiempo"? No voy a reiterarles de nuevo lo poco que me gusta - uppps, ya lo he hecho-, pero por bueno lo doy si ustedes disfrutan así. Calor puro y duro con sus problemas asociados, que amenazan con amargarnos la existencia, y que parece que este estío vienen acompañados de alguna derivada inquietante... Pero vale, no nos agobiemos... En cualquier caso, tampoco hay mucho margen para elegir, con lo que mejor intentar estar a la sombra y no darle demasiadas vueltas a la cabeza con ello...

Dicho esto, hoy les propongo una reflexión que quizá les parezca un poco demodé. No lo sé, pero les aseguro que no hay en mi intención reactividad porque sí, sino análisis crítico del cambio. En cualquier caso, la tesis que hoy quiero transmitirles tiene que ver con el hecho de que la búsqueda de cualquier paradigma nuevo en nuestros hábitos ha de tener cierta lógica, sin que sea buscado "porque sí". Para ilustrar qué quiero decir, les explico qué me pasó una vez, hace bastantes años, en el altiplano boliviano.

Miren, visitábamos un proyecto agrícola, realizado con gran inversión e ilusión, en una zona hasta entonces muy deprimida en esa región del globo. La idea era que, mediante determinadas técnicas antes no utilizadas, se pudiera hacer un cierto aprovechamiento del suelo en una zona alta, tanto para autoconsumo de toda una comunidad como para generación de ingresos. Por la generosa amplitud de las parcelas, uno de los técnicos que conmigo visitaba la zona se vio sorprendido por la escasa mecanización propuesta por la dirección del proyecto. Y fue al grano... "Oigan, ¿y no han pensado en meter tractores de determinadas características para reducir los tiempos de trabajo y mejorar así mucho la eficiencia en esta y aquella otra labor?" El interpelado, una persona con experiencia en tales lides, sonrió. Paró un momento su apasionada explicación, nos miró con sosiego y nos dijo: "¿Para qué, si precisamente lo que me a mi me sobran son manos, y lo que busco es implicar a las personas para que todas puedan vivir de ello?¿Cuál es mi objetivo, emplear a dos a bordo de una máquina u ofrecer alternativas de ingresos a todo un pueblo?"...

Estos días he vuelto a tener un par de veces algunas sensaciones parecidas... Fue cuando, por ejemplo, leyendo un artículo, alguien explicaba en él que el colmo de todos los cambios parece tener que ver con el hecho de utilizar una aplicación en el teléfono móvil, conectada a un servidor ubicado a miles de kilómetros, para saber si la pizzería de la esquina está ahora abierta o no, en vez de pasarse por ella y de paso saludar. Vale, será muy tecnológico pero... ¿realmente, nos aporta algo? No se trata de negar los potentísimos desarrollos que hoy tenemos a nuestra disposición, que yo siempre bendeciré como positivos pero... ¿siempre y a cualquier precio, para todo? Rotundamente, no.

Lo cierto es que estamos ante una verdadera revolución del valor de las cosas y de los servicios. Yo sigo tratando con Antonio y Alicia, pescaderos de confianza, cuando busco tal tipo de género venido del mar. Y que utilice una app para ese tipo de cuestiones quien tenga a bien hacerlo, ¡viva la diversidad!, pero conmigo que no cuenten. He leído que algunos de ustedes le piden a Amazon los plátanos... Más de lo mismo. Yo permaneceré fiel al mercado, aunque corra el riesgo de a veces no poder acercarme y quedarme desabastecido, o aunque tenga que organizar de otra forma mi compra y algún plátano se me vaya de maduro...

Y es que, miren, la utilización de la tecnología también implica un precio, mucho más allá de lo meramente económico. Antes, por ejemplo, las fotografías tenían mucho de mágico. Sacábamos muchas menos, siendo muy selectivos a la hora de disparar, por los costes asociados al revelado y positivado de las mismas. Hoy, con la era digital, hemos ganado en calidad y coste, pudiendo hacer miles de tomas en nada, con un coste ínfimo. Pero, a cambio, la fotografía ya no es lo mismo. Para mí, se ha perdido parte de la magia. Y aunque para los trabajos técnicos, meramente documentales, el sector ha experimentado un despegue sin parangón, el "valor" de una fotografía aislada no es el mismo. Hay millones de personas obteniendo imágenes compulsivamente, sin mucho mayor recorrido. En cualquier caso, con aspectos positivos y negativos, se ha modificado absolutamente el valor y papel de nuestras imágenes en nuestras vidas...

Creo que en la virtud está el equilibrio. Las app, la tecnología, todas las puertas que se abren -y más que se abrirán- con el nuevo paradigma nos ofrecerán un futuro netamente distinto. Mi coche ya toma solo los carriles de la autopista, y los prototipos de los que se habla ya realizan una verdadera conducción autónoma. Los grandes de la distribución ya se plantean la misma con aparatos no tripulados, y mucho más... ¡Bien! Pero... ¿para qué? ¿Vamos a introducir robots en nuestras vidas, hasta la extenuación, para dedicarnos a no hacer nada? O, como decía nuestro amigo en Bolivia, ¿quizá para dejar al margen a una buena parte de la sociedad? ¿No serán más interesantes, a veces, planteamientos menos eficientes pero más inclusivos? ¿O hemos de buscar una sociedad meridianamente tecnológica, porque sí y al precio que sea? Para mí, la tecnología ha de ser un firme aliado para vivir todos mejor, no para que algunos queden al margen o sólo unos pocos obtengan una posición mejor frente al conjunto de la población.

La tecnología nos aporta muchas soluciones, pero para saber dónde aplicarla y por qué hemos de utilizar la cabeza, teniendo una estrategia. Si no es así, podemos rozar el ridículo, o llegar a algo mucho peor. Soy un apasionado de la tecnología en el aula para, por ejemplo, poder atender mejor a la diversidad. Pero la figura del profesor como icono y como referente creo que hay que preservarla y potenciarla, y si no es así creo que hay riesgos infinitos...

Sobre todo ello me encuentro reflexionando estos días, ya ven. Será el calor, que me lastima el cerebelo. Pero, ¿saben?, me da que falta un poquitín de reflexión, a veces, en el para qué ligado a estas cuestiones. El cómo, me consta, lo tenemos mucho mejor desarrollado...