Era el cumpleaños de un amigo y, como no podía ser de otra manera, queríamos regalarle un libro. Por si les está pareciendo poca cosa, decirles que para acompañar la lectura llevábamos también una botella de vino con un nombre tan poético y evocador como Habla del silencio. El caso es que nuestro amigo es una persona sensible, con gusto por la historia y con una experiencia vital que daría para escribir varios libros. Lleva apenas ocho años en Europa y se nos ocurrió que Sefarad, la "novela de novelas" de Antonio Muñoz Molina, no solo le gustaría por su excelente calidad literaria, también por su desgarradora narrativa de la construcción (o destrucción) de la Europa del siglo XX a través de las experiencias de algunos de sus protagonistas. Y es que esta novela tiene la virtud de poner en primer plano el drama de las vivencias individuales y no el de los bloques políticos, las naciones, los pueblos, las razas o cualquier otro aparato mistificador de la realidad personal de cada individuo, de cada vida humana, que es, en definitiva, todo lo que somos. Una vida, nada más simple, nada más fascinante. Muñoz Molina recibió el prestigioso Premio Jerusalén por esta obra que da voz a los perseguidos, a los exiliados y a los muertos pasados y futuros de la sinrazón, del odio, de la intolerancia y del fanatismo. Un libro fundamental de uno de los escritores españoles más importantes del siglo XX y del XXI. A nuestro amigo americano le iba a encantar, estábamos seguros.

Buscamos en nuestras librerías independientes de confianza, en otras menos familiares e incluso nos adentramos en el oscuro mundo de las grandes multinacionales empapeladas de best sellers y otros artefactos de producción en cadena. Y nada, ni rastro de Sefarad.

No seré yo quien diga qué libros no deberían faltar nunca en la estantería de una librería, me basta con saber los que siempre estarán en la mía. Sin embargo, ocurre con demasiada frecuencia. Libros importantes que pierden su lugar, cuyas palabras sin lectores acaban enmudecidas, olvidadas bajo el bullicioso resplandor de lo novedoso. Confío en que este no sea el caso de la novela de Muñoz Molina, que mis palabras puedan ser tomadas como la simple rabieta de quien ha visto frustrada su compra una lluviosa mañana de sábado. Y se olviden, las mías sí, y enmudezcan con el periódico de mañana.

Llegamos al cumpleaños con otro libro, otras historias, otras vidas y otras ficciones. Pero cuando nuestro anfitrión abrió la botella de vino que le habíamos regalado, su nombre nos recordó a Sefarad.

"Desaparecen, se quedan muy atrás en el tiempo, y la distancia va falsificando poco a poco el recuerdo, tan gradualmente como la lluvia, los años, el abandono, deshacen las ruinas de un campo de exterminio alemán".