"A vós, dona abadessa, / de min, Don Fernand'Esquío, / estas doas vos envío, / porque sei que sodes essa / dona que as merecedes: / quatro caralhos franceses, / e dous aa prioressa" .

Cancioneiro da Vaticana ( Cantiga 1137)

Parece ser que, después del sarao a puerta cerrada, el Estado Vaticano ha parido un ratón. Como siempre, piden perdón y dicen que no volverá a ocurrir; pero las víctimas siguen igual y los culpables rezando, dentro o fuera de la organización más antigua y menos democrática de nuestra era. Un jefe de Estado tirando balones fuera, ¿qué son los abusos emocionales?, ¿por qué tiene tantos datos de los terribles abusos sexuales que se producen en los ámbitos cercanos y familiares?, ¿por qué se ocultan y se destruyen los que conocen sus propios empleados en todo el mundo? No estoy decepcionado porque no esperaba nada, porque la propia historia ya me cuenta lo ocurrido desde hace siglos, siempre usando su poder contra los más débiles, los menores, y contra las mujeres, para ellos seres de usar y tirar.

Desde antes del S. XII hubo un impuesto papal a los curas por fornicación, que les eximía del presunto pecado de lujuria que estaban cometiendo. La cosa iba tan bien que el papa Sixto IV lo cobraba a todos los curas, vivieran o no en el supuesto pecado. Un problema grave para la Iglesia era que estos clérigos dividieran las posesiones eclesiásticas entre sus hijos otorgándoles herencia.

El "amor cortés" ve el matrimonio como comercio, el puro amor será otra cosa, como el difundido por los goliardos, monjes y estudiantes, reivindicando el placer también para los clérigos, con la Biblia en la mano, para defender el uso del sexo. Incluso San Bernardo de Claraval, sostiene que el amor carnal es el camino y no se puede amar a Dios sin haber practicado el amor terrenal; tal y como él lo tuvo con el arzobispo Malaquías de Armagh. Monjes y monjas también tenían su vida sexual. Hemos leído más arriba, un poema en gallego del seguramente ferrolano, Fernand´Esquio, que nos relata los presentes fálicos que envía a la abadesa y a la prioresa de un convento.

El erasmista Alfonso de Valdés en su Diálogos de las cosas ocurridas en Roma (¿1529?) pone en boca de un clérigo sus razones, "Si yo me casare sería menester que yo viviese con mi mujer, mala o buena, fea o hermosa, todos los días de mi vida o de la suya; mantenéislas vosotros y gozamos nosotros dellas".

Mientras tanto el mundo laico vive a su aire con fórmulas como "estar juntos a casa mantener" o "hacer vida en uno", una simple "unión de juras o de furto" -prometida o escondida- incluso el IV Concilio de Letrán (1215) no condena las uniones "de hecho" y en Trento (1565) se intenta la contrarreforma, con poco éxito, sigue oculto lo público y sigue la violación de los débiles bajo el poder eclesiástico. Así andan aún.