Todos los analistas de Darwin, y algunos de los estudiosos de la moral, saben las dificultades por las que pasó la teoría de la evolución por selección natural para intentar explicar el fenómeno del altruismo. ¿Cómo podría fijarse un rasgo que beneficia la adaptación de otros y no de uno mismo? Ni la especulación de Darwin acerca de una selección de grupo ni los primeros modelos sociobiológicos fueron una respuesta adecuada. La teoría de la selección de parentesco sí que proporcionó una explicación plausible, en particular de los desvelos y sacrificios que hacen los progenitores para proteger a sus hijos; al fin y al cabo comparten con ellos buena parte de sus genes, con lo que la presencia de un "alelo altruista" daría cuenta del mecanismo causal. Pero jamás se dio con semejante alelo, ni tampoco su existencia explicaría las ayudas altruistas dadas a otros miembros del grupo no ligados por parentesco alguno.

Fue un etólogo de enorme prestigio, Robert Trivers, quien propuso la teoría del altruismo recíproco, algo así como la extensión del principio de "tú rascas mi espalda y yo rasco la tuya". Tanto Trivers como sus discípulos proporcionaron numerosas evidencias empíricas acerca de los comportamientos recíprocos de ese estilo. Por poner un ejemplo, la lactancia de los pequeños la permiten no solo sus madres sino otras hembras del grupo en las sociedades humanas y también en platirrinos „monos del nuevo mundo (monos americanos)„ pero no se había documentado en cercopitecos (monos del viejo mundo, africanos y asiáticos en su gran mayoría) ni en simios.

Un artículo publicado en la revista Science Advances, perteneciente al grupo editorial de la American Association for the Advancement of Sciences igual que la muy prestigiosa Science, enmienda en parte esas carencias. Zuofu Xiang, investigador del College of Life Science and Technology en la Central South University of Forestry and Technology de Changsha (China), y sus colaboradores han proporcionado evidencias acerca de cuidado alomaternal, en especial de la lactancia de bebés de otras madres en un cercopiteco, el langur dorado (Rhinopithecus roxellana), endémico de las montañas Hengduan de China. Zuofu Xiang y sus colaboradores indican que no es una conducta esporádica: más del 87% de los pequeños con menos de tres meses de vida son amamantados por otras hembras además de sus madres. Y, por seguir la idea de Trivers, la conducta es recíproca: las crías de las hembras que llevan a cabo cuidados alomaternales son las que gozan a su vez de esa lactancia extendida. Pero, ¡ay!, se desconoce cuál es el mecanismo que lleva a la reciprocidad; lo desconozco yo, al menos. ¿Cálculo racional de costes y beneficios? ¿Instinto grupal? Lo más probable es que se trate de algo muy complejo; tan complejo, por otra parte, como los propios grupos que se benefician de los cuidados recíprocos.