Por dondequiera que vayamos, es muy probable que nos encontremos con alguna que otra oveja negra. Aunque pueda parecerlo, no voy a hacer un discurso escrito sobre animales domésticos, en esta ocasión, quiero referirme a la especie humana o mejor dicho, a esa especie inhumana que a cada paso prolifera más en nuestra sociedad.

Es como si a medida que el mundo avanza, nos tuviesen que sacar las palabras con sacacorchos, y cuando por fin nos decidimos a soltar algunos vocablos, casi hubiese sido mejor que permaneciésemos callados. En todas las profesiones, existen personas competentes y otras que no quieren serlo. En el sector público, también.

En los últimos días, y tras la reciente recuperación por parte del Gobierno del subsidio para mayores de 52 años, muchos desempleados sénior están acudiendo a las oficinas del SEPE al objeto de solicitar dicha prestación.

Después de haber sido tratados como proscritos tras la última reforma laboral y monedas devaluadas en el mercado de trabajo, ahora, muchos de estos desempleados ven la posibilidad de acogerse a un subsidio contributivo que les fue denegado por medio de perversos decretos ley.

No es una limosna lo que solicitan estas personas sin trabajo. Es la restitución de un derecho adquirido con sus cotizaciones por desempleo en cientos de nóminas percibidas a lo largo de su vida laboral. Por si todo este castigo no fuese suficiente, no solo tienen que soportar la atención agria de ciertos funcionarios del Servicio Público de Empleo Estatal, sino además, el despotismo que desprenden otros de ellos con sus comentarios haciendo juicios de valor fuera de lugar.

Al igual que sucede en otros organismos del Estado, también es responsabilidad del director general velar porque la empatía y la actitud servicial de todos sus miembros sea ejemplar.