La "prensa del corazón" es la alfombra roja de nuestro quehacer social; lo que era la "crónica de sociedad" en el quehacer periodístico del siglo pasado. A España, este género de publicaciones llegaron de Francia a partir de 1940, a finales de la guerra mundial, mediante impulsos económicos de la realeza europea, necesitada de relanzar su imagen y popularidad. Hola, Telva, Vanity son en nuestro juicio las principales pasarelas del glamour convencional y popular español; son al zofra escarlata del interés y del esplendor, que envuelve a la fama y a la moda, incluidas sus extravagancias. Decía Ludovico Ariosto, poeta romántico italiano, que "cada uno tiene sus propios gustos, cuya variedad es tan grande como la riqueza de sus fantasía" Así, modistas, maquilladores, estilistas, afilan su ingenio e imaginación y su estética de retoques en cada acontecimiento para que el feminario exhiba ese milagroso recurso a la sensualidad que bordea la magia. La clase política es muy proclive a las publicaciones del corazón y, si es posible, aprovechar sus páginas para mostrar su aspecto engalanado. Para los expertos en moda, la llegada al Congreso y Senado de personajes políticos en mangas de camisa, sin corbata o desaliñados, son los nuevos dandis. "La simulación de la pobreza, el descuido", constituye uno de los aspectos característicos del "dandismo de lo invisible", escribe Giuseppe Scaraffia, director del Diccionario del dandy. La crónica social ha derivado en la trivialidad y en la provocación, en un submundo aderezado por lo "paquetes", donde se vende todo: la luna de miel, embarazo y bautizo. Ahora, superado el edredoning presidencial, se hurga en el affaire de Malú y Rivera. El cotilleo, llevado a distintos espacios televisivos, ofrece tan poca originalidad como ingenio, alimentado por el rumor y el morbo, donde todo está pactado, movido por el 'todo vale', en pos de la audiencia. Conductores, comunicadores y actores, no parecen percibir que solo los mediocres dan todo de sí.

El Gobierno de Zapatero fue precursor en el lenguaje inclusivo. Una de las pioneras fue la entonces ministra Bibiana Aído, a quien en una reunión de mujeres sobre los derechos humanos le preguntaron: "¿Es corriente decir seras humanas?". "Naturalmente", contestó. Era una forma de salvar el machismo. Julio Camba, durante su permanencia en Londres, indagó sobre las mujeres independientes que se niegan a aceptar el yugo masculino. Decía que, en sus casas, la cama era reemplazada por el sofá y, a bastantes de ellas, el hombre les parecía una superstición mediterránea.