"No se debe querer demasiado a la vida ni odiarla demasiado, sino buscar un término medio y ponerle fin cuando la razón lo aconseje".

Lucio Anneo Séneca

Aunque opinadores de relumbrón se presten a dulcificar actuaciones de los gerifaltes del Estado Vaticano, sigo sin deglutir las ruedas de molino; pueden dorarnos la píldora diciendo que les duele mucho que la carne humana siga siendo pasto para los peces del Mediterráneo, que después serán tapas de atún de almadraba en los chiringuitos. A continuación, siempre aparece la defensa de la vida; pero solo la del embrión y la del enfermo terminal que sufre sin poder expresarlo. Lo que ocurre en los años intermedios ya no es de su incumbencia. Los purpurados bajo palio siempre han ido marcha atrás; eso sí, sin mentar los privilegios del tal cobertizo a los más próximos dictadores que aplicaban la eutanasia en las tapias de los cementerios. En resumen, si te ha tocado, joróbate y aguanta con tu enfermedad incurable y dolorosa. Ya habrá algún cura que quiera arroparte y asegure las llaves de San Pedro sin dejarte gobernar tu final dignamente, porque ya han conseguido gobernar tu presente, su objetivo.

No siempre ha sido así, se suele usar a Hipócrates y su voluntad de no facilitar la muerte voluntaria; pero ya Platón dejó dicho en La República "Se dejará morir a quienes no sean sanos de cuerpo" .

Siempre hubo quienes nadaron y guardaron las ropa; Tomás Moro, en la Utopía como forma de estado ideal, afirma por una parte que se debe prestar a los moribundos todo cuidado y solidaridad; pero considera que, en casos de dolores extraordinarios, se puede recomendar poner término a su vida si éste está de acuerdo:"Es preferible quitarse la vida, a una vida sin sentido y con sufrimiento".

En un breve resumen podríamos sumarnos a la diferencia entre el suicidio asistido y la eutanasia activa. Los que deseen vivir y morir como se lo manden sus dioses y sus representantes de cuerpo presente en esta tierra „que no es plana„ que así lo dispongan. Los que no nos conducimos por esos caminos tenemos derecho a que ninguna ley humana nos lo impida y que los palios „sombrajos de vicarios„ sirvan de tapadera a la tortura final. Quizá las admoniciones del capataz vaticano en Alcalá, Juan Antonio Reig Pla, sobre la muerte cruel en sintonía con su profeta, deban ser examinadas desde el punto de vista del Derecho y que, sólo para aquellos sus seguidores, tengan valor legal cuando así lo manifiesten cabalmente y por escrito y déjense de monsergas, que aquí el que quiere morir se muere comprando su fin en internet.