B ien está enseñar, ilustrar, abrir las mentes a nuevos conocimientos, pero más completo y humano es además valorar y enjuiciar tales conocimientos, que eso es lo propio de la educación. Leí en estos días dos informaciones sobre educación sexual. Una es la campaña, auspiciada por el Colegios Oficial de Médicos de A Coruña, realizada por estudiantes de 6º de Medicina en institutos de la ciudad y provincia, que facilitan información a los adolescentes sobre el sexo seguro y sin riesgo. Sin duda que los futuros médicos conocen, por estudios y quizás por práctica además, los intríngulis de los órganos genitales y la sexualidad, pero dudo que logren valorar y exponer, como haría un buen padre de familia con sus hijos, la dimensión unitiva y amorosa del sexo. La otra información trata de unas charlas de la Asociación Sexus, que tiene lugar en Santiago, con las Anpas (Asociaciones de padres de escolares) dadas por una psicóloga y sexóloga, que responderían a las cuestiones del cuándo y el cómo hablo del sexo con mi hijo. Antepongo esta segunda campaña porque pienso que aquí se tratará la sexualidad con mayor sentido educativo, además de incidir directamente en los padres que han de ser los instructores natos „ojalá se remueva el miedo a tratar del sexo con los hijos„ y sean siempre responsables de su función como educadores.