Vox iba a ser la tormenta, se jactaban, pero el domingo quedaron en chubasco. Pedro Sánchez iba a ser desahuciado de La Moncloa por felón y ahora, a poco que se organice, podrá ir a mear en Falcon si le apetece. A ver quién le tose; guapo y con votos en un escenario fragmentado donde casi nadie tiene. De derrota en derrota, Pedro hasta la victoria siempre. El domingo, como dicen los analistas de Bolsa, el PSOE se convirtió en el "valor refugio" de los españoles en busca de templanza; gentes que pueden querer desenterrar a Franco, pero que no están en absoluto dispuestos a exhumar su ideología. Se ve que la vacuna que nos pusieron durante cuarenta años, ya no necesita refuerzo. La ultraderecha debuta (¿regresa?) en el hemiciclo español. Ya están aquí los voxeadores nacionalpopulistas con sus puñetazos de irracionalidad, pero no nos dejaron KO, como sí está ocurriendo en otros países de Europa. Lo siento Bertín, no pudo ser.

En el valle de los caídos del 28-A se quedaron atascados los tercios de Abascal pero, sobre todo, Pablo Casado, el Robin de la derecha que cometió el error de seguir la estela justiciera de su padrino, ese caballero oscuro llamado José María Aznar. A la vista de que Albert Rivera casi le arrebata la primacía del ala conservadora del electorado, mejor le hubiera venido al líder del PP asumir que los españoles en realidad prefieren a la derechita cobarde y centrista antes que a esa derechona valiente, novia de la muerte, que sufre las apariciones de un ectoplasma llamado España.

Ahora toca pactar. Y habrá que ver si Pablo Iglesias mantiene ese tono de estadista cardenalicio que mostró en los debates. Y veremos qué peaje cobran a Pedro Sánchez los nacionalistas catalanes y vascos, que ganan diputados y poder decisivo. El domingo, con el gatillazo de Abascal, conjuramos el peligro de tener que ponernos a resucitar el Imperio español, pero si hay que pasar por el fielato indepe, es más que probable que haya que seguir pagando la construcción de esos paraísos perdidos que nunca existieron en Cataluña y el País Vasco. Últimamente siempre llega alguien con una nación bajo el brazo a dar la murga. Ese es el problema.