Un talento político específico „y muy valioso„ consiste en la habilidad de presentar los propios intereses como los intereses de la mayoría (el pueblo, la clase, una organización burocrática). En realidad es una de las primeras lecciones de cualquier curso elemental de retórica política. El artículo publicado por Pablo Iglesias en El País „supongo que con el luciferino permiso de los bancos„ es un ejemplo acabado de esta identificación eucarística entre las más urgentes necesidades de la ciudadanía y los intereses existenciales de una fuerza política. A Podemos le urge entrar en el próximo Gobierno español como única forma de evitar que el intenso malestar interno en la organización cebe una crisis que estallaría irremediablemente después de las elecciones municipales y autonómicas del próximo día 26, que no pintan muy bien para lo que en jerga podemita se denominó "los ayuntamientos del cambio". La incrustación en el Gobierno (dos ministerios y una batería de secretarías de Estado y direcciones generales) evaporaría el impacto de la derrota electoral y sería una magnífica, aterciopelada barricada para los duros tiempos que se avecinan.

Por supuesto, el doctor Iglesias no lo cuenta así en su artículo Primero explica, obviamente, que los españoles votaron por un gobierno de izquierdas. La interpretación de la voluntad electoral suele ser un ejercicio onanista. Un constructo verbal más o menos ingenioso o aparente para satisfacción propia. Con los datos electorales en la mano también podría afirmarse que los ciudadanos expresaron el pasado domingo su preferencia por un Gobierno de centro-izquierda templado como una tila, porque el PSOE y Ciudadanos suman 180 diputados. Salvo en casos de mayorías absolutas y coyunturas realmente excepcionales leer en los resultados electorales un mandato inequívoco que obligue a los partidos a una política de pactos concreta es una pretensión instalada entre el cinismo y la frivolidad.

La parte sustancial del argumentario de Iglesias, no obstante, insiste en que solo la entrada de Podemos en el Ejecutivo garantiza un Gobierno verdaderamente de izquierdas. Un tanto confusamente apunta que si Podemos en los ministerios Pedro Sánchez terminaría inclinándose por la derecha, sin explicar los motivos „tampoco expone las razones de las querellas internas en Podemos, aunque las lamente mucho en un parrafito protocolario„.

Contra lo que afirma el secretario general de Podemos „y demuestra la práctica habitual en las democracias parlamentarias„ no resulta imprescindible que una fuerza política comparta moquetas para que se implemente satisfactoriamente un programa de gobierno transparente y consensuado. Y si se producen incumplimientos y son insuperables, Podemos retira su apoyo parlamentario a los socialistas: una medida muy disuasoria.

El primer ministro Antonio Costa gobierna Portugal al frente de un gobierno monocolor apoyado por el Bloco de Esquerda, el Partido Comunista y los ecologistas, que le aseguran una ajustada mayoría absoluta. Podemos ni siquiera podría blindar parlamentariamente al futuro Gobierno del PSOE: no suman ni de lejos 176 escaños. Pablo Iglesias y su dirección deben asumir que una cosa es blanquear su declive electoral y otra que convertirse en ministros sea la única garantía de una gestión progresista.