No, tranquilo todo el mundo, no soltaré una párrafo sobre el olor evocado de las magdalenas; solo reflexionaré sobre si la reciente norma, en vigor desde el pasado domingo, por la que las horas realmente trabajadas tendrían que ser pagadas como diga el convenio colectivo vigente, que es ley para empresario y trabajador.

Empezaré diciendo que soy escéptico, porque sé de buena tinta que en muchos casos los posibles tiempos imprevistos de micción u otros peores que llevan cinco minutos más, son descontados de la jornada laboral y, por lo tanto, han de ser recuperados. No me queda claro si las trabajadoras del textil en sus cadenas de producción podrán asearse sin mayores problemas de minutaje.

Siempre he sostenido que hay empresarios y tenderos; que hay trabajadores normales y cumplidores, pero también hay rémoras para la empresa. Los primeros se deshacen de los segundos en un abrir y cerrar de ojos. Pero tenemos el caso de los empresarios más visionarios y poderosos, que ya triunfan en USA desde hace tiempo y son imitados en las empresas más cotizadas. Por ejemplo, les dicen que tienen horario de entrada y que el de salida está en función de las necesidades de la empresa; a cambio pueden disfrutar de un par de horas, en medio de la jornada y dentro del recinto, en las que disfrutan de un comedor bien surtido a un precio ridículo que se descuenta de la nómina, también pueden mantener la forma física en el gimnasio o perfeccionar su inglés, que a la empresa le vienen muy bien esas cosas. Eso sí siempre siguen trabajando, el tema de conversación no cambia, acompañados de sus jefes o jefecillos y de sus compas de poco fiar. Es decir, no hay descanso, es ficción, eso tampoco se pagará. Seguramente al caer la tarde y recuperar a su familia o amistades seguirán hablando de lo mismo, de los problemas que han dejado pendientes y que les esperan a primera hora del día siguiente.

Aun así dicen que la ley garantizará todo el tiempo realmente trabajado, como si no supiéramos que en muchos colegios concertados, con sus nóminas abonadas con dinero público, el profesorado ha de entregar a escondidas al empresario el importe de las pagas extraordinarias para así mantener el trabajo. Como si tampoco supiéramos que los trabajadores de la banca privada siempre han hecho dos jornadas laborales, la matutina remunerada y la vespertina, gratis. Todo sin hablar de la hostelería, un inframundo. No es necesario apuntar que la empresa minúscula de los autónomos no juega en la misma liga.

Al fin y al cabo la norma existirá, pero no se cumplirá, se firmarán horarios falsos que, cuando sean descubiertos, los responsables se disculparán con una discreta y breve multa y los empleados callarán para no perder la nómina-basura que tanto admira esa candidata madrileña de cuyo nombre no quiero acordarme.