Me llegó dentro de una ensaimada" decía hace unos días Agatha Ruiz de la Prada del famoso vídeo sexual de Pedro J.Ramírez. Un vídeo sexual grabado ilegalmente a un director de periódico especialmente molesto. En los estertores del Felipismo, a mediados de los noventa, aquel periódico nos despertaba cada mañana con un escándalo terrible, dando cada día un scoop de alto voltaje: Filesa, Malesa, Juan Guerra, Luis Roldán, terrorismo de estado...

De pronto, salió a la luz pública un vídeo del director del periódico. Un vídeo sexual diseñado para la muerte civil de su protagonista. Corrió como la pólvora, como el escarnio que trató de arrasar cualquier resquicio de dignidad. Carcajadas en los medios, en el kiosko de prensa, en la taquilla del cine y del camarero que traía el café. Todo un país entregado al entretenimiento favorito de la masa: la risa al pie de la hoguera.

Algunos, muy pocos, nos negamos a mirar aquellas imágenes. Nos negamos a participar en aquel siniestro chiste colectivo. Aún hoy no he visto jamás una sola imagen de aquello.

Alguien se ocupó de mandarle el vídeo a Ágatha Ruiz de la Prada, su esposa, la madre de sus hijos, a su hogar, dentro de una ensaimada. Ella lo ha recordado hace unos días en una entrevista y, por supuesto, veinte años después han vuelto a resonar las risas. Una ensaimada. ¡Qué grotesco! ¡Qué divertido! La perversidad del episodio omitida. Las redes nunca decepcionan.

Eso fue la semana pasada. Hoy leo la profunda conmoción de los compañeros de trabajo de una mujer que se ha suicidado por la difusión de otro video sexual. La consternación les ha llevado a acudir a una concentración de apoyo a esa pobre que se ha quitado la vida. Las compañeras declaran su enorme pena a los periodistas. La empresa emite un comunicado. Más de trescientos compañeros de trabajo se han reunido para demostrar su dolor. Ahora.

Pero antes del dolor, vino la fiesta. La venganza del novio despechado, el vídeo compartido masivamente en una fábrica de varios miles de trabajadores, los paseos para ir a ver a la protagonista de las imágenes, el señalamiento, los cuchicheos y las risas.

Trato de imaginar el ambiente que debe reinar hoy en esa empresa. La factoría convertida en un tétrico remake de aquella "Conspiración de Silencio" en la que un pueblo entero había contribuido o tapado el asesinato de un vecino. Me pregunto qué ven cuando se miran entre ellos. Quizá aquel momento de confidencias, excitación y risas en que pensaron que solo era una broma, que no era para tanto. Ni un adulto a la vista capaz de ver la realidad siniestra, más allá del chiste.

Este tipo de delitos, solo pueden perseguirse cuando existe una denuncia. Mientras escribo estas líneas parece que ésta aún no se ha presentado. Si llega a cursarse, hágase luz y taquígrafos sobre este asunto. Creeré en la consternación y el dolor de esos compañeros que ayer abandonaron a esta mujer a su suerte y hoy se concentran a centenares, cuando den el paso de autoinculparse y también el de inculpar a quienes participaron en esta desgracia, sean amigos, colegas o vecinos. Sin excusas. Este tipo de violaciones contra la intimidad deben entrar en la categoría de esas bromas siniestras y mortales que nunca han tenido ninguna gracia, como apedrear enfermos mentales, apalizar homosexuales o ridiculizar en circos a los discapacitados. Todos aquellos chistes.