Fue en el siglo XIX, querida Laila, cuando los múltiples enfrentamientos entre las coronas de Francia e Inglaterra, desde prácticamente la mitad del siglo XIV a la mitad del siglo XV, se empezaron a considerar como una única guerra: la que se conoce y relata hoy como la guerra de los cien años. Será más o menos apropiado pero così e trovato. El motivo de fondo de los enfrentamientos, al ser siempre el mismo, fue lo que unificó el susodicho relato: la lucha por el control de las tierras que los ingleses controlaban y poseían en territorio francés. Traigo esto a colación porque me malicio de que muy bien pudiera suceder en el futuro algo similar con el rosario de conflictos armados que sufrimos, desde hace prácticamente un siglo, en el oriente medio o próximo. Para nosotros, contemporáneos, son distintas guerras para las que se esgrimen distintos casus belli: La guerra árabe-israelí, la guerra de los seis días, la guerra del Golfo o la guerra de Irak. Pero cuando haya una cierta distancia temporal y se acepte o resuelva el motivo central y único de esta guerra, que no es otro que el control sobre las principales reservas de petróleo, consideraremos todas estas guerras como batallas de un único conflicto: la guerra del petróleo.

Pues bien, querida, en esta gran guerra estamos inmersos. De hecho, ahora mismo se prepara otra batalla de la guerra del petróleo: el ataque Irán. Los preparativos han empezado ya haciendo público y muy notorio el incremento de la tensión política y diplomática. Pronto se irá explicitando un casus belli falso que oculte o maquille el verdadero motivo del ataque. No se hablará de las enormes reservas petrolíferas de los persas, sino de las horribles maldades de un régimen confesional y teocrático islámico que vulnera gravemente los derechos humanos y que pone en peligro la seguridad de los países occidentales, no se sabe muy bien cómo, todavía. Pero pronto se sabrá con relatos macabros de actos terroristas o terroríficos que se atribuirán a la autoría, intelectual cuando menos, de los malditos ayatolás. El esquema está siendo similar a la preparación de la guerra del Golfo o de la guerra de Irak. Cuando lo del Golfo se utilizó una impactante declaración de Nayirah, una niña que relató cómo soldados de Saddam Hussein se llevaban las incubadoras de un hospital kuwaití dejando morir a los niños que las ocupaban. Nadie dijo que la niña se apellidaba "al Sabah", lo que revelaría que era la hija del embajador de Kuwait en EEUU. No se dijo que Nayirah había sido minuciosamente entrenada para hacer esa declaración y jamás se reconoció que los hechos por ella relatados jamás habían sucedido. Pero dio igual, el argumento le sirvió a Bush-padre para ganarse el apoyo de la opinión y justificar una guerra que, por otra parte, la ONU ya había aceptado tras la invasión de Kuwait por Saddam Hussein. Para la subsiguiente invasión de Irak Bush-hijo utilizó la falsedad de las armas de destrucción masiva, que con tanta vehemencia defendió Aznar y que con tanta desfachatez y cinismo reconoció más tarde que nunca habían existido.

Conviene recordar todo esto para mejor prepararnos y defendernos frente a lo que se avecina. Como también conviene que recordemos que la implicación de España en este conflicto con Irán puede pasar, como mínimo y como ya ha sucedido, por la utilización de las bases americanas instaladas en nuestro país. Y sobre todo es preciso no olvidar cómo nos vimos implicados directamente en la invasión de Irak y cómo nos alcanzaron y alcanzan las secuelas, tan nefastas como concretas y sangrientas, de aquella ignominiosa guerra.

Otra vez, querida, y con la misma fuerza vas a tener que gritar: ¡No a la guerra!

Un beso.

Andrés