La aristofobia aeroportuaria ha entrado de nuevo en una crisis de epifanía cuando el péndulo informativo del Año Santo, con la retórica periodística conocida, mueve a la Xunta a ejercer de cómitre, a la hora de velar las subvenciones a las líneas aéreas. Santiago, una de las ciudades más publicitadas de Europa, no se siente satisfecha de las morteradas invertidas por la Xunta y, ahora, quiere torcer el rumbo de la conectividad aeroportuaria. Vigo y La Coruña se oponen a las pretensiones del ejecutivo autonómico, precisamente cuando Alvedro alcanzó en julio la cifra de 130.000 pasajeros, en un periodo de incremento ininterrumpido de 39 meses, pese a no contar con más destinos nacionales y estar sujeto a restricciones internacionales. Relegar a Vigo y a La Coruña parece ser la filosofía de la proyectada ley, que trata de promover la Xunta. Lavacolla es un símbolo recurrente, que se alimenta de pasajeros coruñeses preferentemente, es decir, del área industrial-empresarial más importante de Galicia. Nuestra ciudad no puede, ni debe, continuar sufragando la política errática de la Xunta. Lavacolla es un aeropuerto político-curial, que el gobierno autonómico activa bajo la percha de colgar aspiraciones imposibles. No es correcto, ni provechoso incentivar aeropuertos "serviciales" en perjuico de quienes, como La Coruña y Vigo, dispensan servicio público a las zonas más populosas y de mayor potencial industrial-empresarial de Galicia. Nuestra ciudad necesita más rutas aéreas para atender la gran demanda de pasajeros y no sufrir el trato injusto, en tiempo y dinero, de un gravamen económico que pudiera paliar el costo desmesurado de una megalómana edificación erigida, seguramente para la grandeza de su promotor, que no tuvo el acierto que descansara en lo que debiera ser una arquitectura sencilla y funcional.

Hace poco más de un año nos hicimos eco de unas declaraciones radiofónicas del secretario del Eje Atlántico, que señalaba cómo el textil de La Coruña era distribuido a través de aeropuerto de Zaragoza y que la pesca gallega tenía como punto de embarque el aeropuerto de Vitoria. Nadie aclaró el asunto.