El filósofo alemán Theodor W. Adorno supo prever con extraordinaria agudeza la actual deriva populista y autoritaria de muchas sociedades en un discurso que pronunció en 1967 en la Universidad de Viena.

En su discurso, inédito hasta su reciente publicación por la editorial alemana Suhrkamp (1), reaccionaba Adorno al éxito del partido neonazi alemán NPD (Partido Nacionaldemócrata), que, fundado tres años antes, había logrado entrar ya en seis Parlamentos regionales.

Existía en aquel momento el temor de que ese partido alcanzase también escaños en las siguientes elecciones al Bundestag (Parlamento federal), que habían de celebrarse en 1969, algo que, por fortuna, no ocurrió.

Por cierto que el NPD sigue existiendo, sin que hayan prosperado hasta ahora los intentos de prohibirlo, por considerar la Oficina para la Defensa de la Constitución que no tiene la fuerza suficiente para convertir en realidad sus objetivos ultranacionalistas y claramente antidemocráticos.

Lo más parecido al NPD en el actual panorama político alemán sería el partido ultranacionalista Alternativa para Alemania, que surgió en oposición al euro y ha derivado hacia posiciones cada vez más reaccionarias, populistas y xenófobas.

Sea como fuere, la publicación en este momento del discurso del famoso filósofo de la Escuela de Frankfurt no puede ser más oportuna por cuanto esa nueva ultraderecha no deja de subir en intención de voto, sobre todo en los laender de la antigua RDA.

Adorno desarrolla en su discurso de Viena la tesis elaborada unos años antes según la cual la sociedad alemana no había terminado de digerir la derrota de su país en la SGM y seguían existiendo estructuras y premisas como las que posibilitaron en su día la llegada al poder de Adolf Hitler.

Adorno apunta sobre todo a una peligrosa tendencia a la concentración del capital que tenía como consecuencia "el permanente desclasamiento de capas sociales totalmente burguesas en su conciencia de clase" y a las que nada importaba más que mantener o incluso mejorar su amenazado status social.

No es difícil ver en las palabras del autor de Mínima moralia una premonición de lo que sucede en nuestro mundo actual como es el crecimiento de la sensación de inseguridad de las clases medias y trabajadoras a consecuencia de la globalización neoliberal.

Adorno supo prever también el fenómeno del desempleo tecnológico, es decir de la pérdida continua de puestos de trabajo debido a los constantes avances en las tecnologías de producción y en el sector servicios, que convierten en superfluas, en directamente prescindibles a cada vez más personas.

Los golpeados por ambos fenómenos tienden a votar a las derechas, convencidos de que la culpa de su desclasamiento es sólo de los partidos en los que antes confiaban y que los han abandonado, sólo preocupados por otros temas como pueden ser los identitarios.

También sigue siendo de gran actualidad el análisis que hace Adorno de la ideología ultranacionalista, a la que recurren hoy partidos como Alternativa para Alemania o el de Marine Le Pen en Francia, por citar sólo dos entre muchos.

Frente a quienes pueden creer trasnochado ese ultranacionalismo en un mundo globalizado, Adorno considera que las ideologías y convicciones más nefastas cobran toda su fuerza y adquieren un carácter "demoníaco" y "destructor" precisamente cuando la situación objetiva no parece justificarlas.

El filósofo alemán propone combatir las acusaciones y mentiras de la ultraderecha mediante "la fuerza rotunda de la razón". Su ayudante y colaborador en el Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt Jürgen Habermas hablaría más tarde de la "fuerza no coactiva del mejor argumento", base misma del discurso democrático.