Parece ser que el hábito de fumar está dando lugar a problemas de convivencia entre personas que, debido principalmente a motivos económicos, comparten una vivienda en alquiler. La semana pasada, una chica me comentaba un par de casos de jóvenes que han sido objeto de recriminaciones y advertencias por parte de los compañeros de piso tras fumar un cigarrillo en la ventana de sus dormitorios, pues un pequeño rastro de olor a tabaco que llegue a salir de una habitación hacia el espacio común puede causar más alarma y preocupación que la contaminación ambiental o un viaje turístico a Chernobyl. ¿Y si lo desagradable es una colonia, el ambiente originado al cocinar un alimento, el olor de una mascota o la mera presencia de un trozo de carne o pescado?

Cada cual es libre de ajustar el rango de escrupulosidad e inflexibilidad con la precisión que considere oportuna, aunque sin obviar la importancia de respetar las reglas de juego de la reciprocidad, sin aplicar la vista del águila para examinar lo ajeno y la del topo para lo propio. La falta de control dificulta la convivencia y el exceso de rigidez no la facilita.