Ahora que la cosa va de encuestas, y el Centro de Investigaciones Sociológicas nos regala otra de sus perlas, cabe preguntarse cuál es el propósito de tanta pregunta. Porque la razón de que difieran de semejante manera las predicciones hechas por el CIS de todas las demás que se han publicado se nos explica hablando de la cocina. Según se ve, los datos crudos no convienen y es preciso darles un hervor, cosa que lleva a que una de las encuestas diga que el PSOE se va a salir en cuanto a número de escaños en las Cortes y el resto sostenga lo contrario: será cosa, digo yo, de la temperatura de la cocción y de los minutos en que se mantiene. Cinco grados y media hora más e igual nos sale que quien gana es Vox y hay que llevar de nuevo a Franco al Valle de los Caídos, cosa que demostraría que eso de mover los despojos de los dictadores es un recurso de lo más provechoso que hay siempre que se acercan elecciones.

Pero puestos a fijarse en las encuestas, la que merece la pena comentar es esa que ha llevado a cabo una empresa de las que trabajan en la contratación temporal. Y lo que concluye el sondeo es que uno de cada dos ciudadanos piensa que ningún partido político sabe cómo terminar con el problema del paro laboral. Lo que me parece más interesante no lo dice la noticia: qué es lo que piensa el otro. El otro ciudadano, el que no entra en ese cerca del 60% de españoles que desconfía del planteamiento en los programas electorales que se ofrecen para la llamada a las urnas del 10 de noviembre. ¿Pensará ese sondeado de opinión desconocida que sí, que los partidos saben cómo resolver el desempleo? Porque, de ser así, entonces lo que cabría preguntarse es por qué razón, legislatura tras legislatura, seguimos en los puestos de cola, cola de vergüenzas, de toda Europa por lo que hace al paro.

Aunque, a lo mejor sucede que ninguno de los encuestados, ni los que acusan de ignorancia a los partidos ni los que no sabemos lo que opinan, se ha leído en realidad ningún programa. De hecho, es una minoría la formada por quienes se leen el del partido al que van a votar y un infinitesimal despreciable, épsilon se llamaba en matemáticas, si no recuerdo mal lo que me enseñaron en la escuela, los que repasan y comparan todos los programas. Me atrevería a decir que ese infinitesimal que tiende a cero excluye incluso a quienes diseñan las encuestas, y no digamos nada ya de quienes las llevan a cabo. Después llega la apertura de las urnas, el recuento, los resultados oficiales y las sorpresas, que rara vez son muy grandes. Problema de la cocina, de nuevo: como los apartamentos tienden a encoger, queda poco sitio para los fogones y, así, lo que sale de ellos no sorprende a nadie. Ni siquiera a los que mienten como bellacos cuando les preguntan los encuestadores a quién van a votar.