Vigo repite estas Navidades el éxito del pasado año de los fulgores, de su gran luminaria, con el encendido de millones de luces y una serie de atracciones complementarias, entre las que sobresale una noria de 62 metros de altura ("que se verá en Nueva York", dice el alcalde Caballero), un gigantesco saltamontes, un artístico árbol de Navidad, un escenario nórdico y un mercadillo. Número especial será el recreo en sus calles de la película Frozen II de Walt Disney, Un tren turístico funcionará para que el público pueda contemplar, de una tacada, todo el despliegue navideño. Es difícil encontrar un político socialista que hable en términos epicédicos, don Abel Caballero sabe hacerlo, incluso en inglés, aspirando las haches como un reactor. Le agradó mucho constatar la opinión laudatoria del presidente de Cantabria, el televisivo señor Revilla, cuando comentó: "La Navidad de Vigo está moviendo a más gente que el Camino de Santiago". Al parecer, solo de Torrelavega viajarán 6 autobuses. Tal vez, como los excursionistas, anunciados desde Pinto (Madrid), aspiran a ser recibidos por el señor Caballero, a quien tienen mucho interés en conocer. Vigo, ciudad olívica por sus árboles milenarios, que hablan a quien quiera escucharlos en noches de luna, debieran ser atendidos por don Abel cuando transita desde la arrogancia a la abulia. Hace días, en la entrega de los Premios de la Crítica, en la capital viguesa, anunció su presencia el titular del Parlamento Gallego, señor Santalices, que por su jerarquía cerraría el acto. Don Abel, celoso de su protagonismo, cercenó el protocolo y asumió la función, ante la ausencia del señor Santalices, previamente enterado de los deseos del regidor olívico. Don Abel, una vez más, abandonó el código de barras institucional, porque lo suyo es el populismo al estilo Tarantino, en el que las anécdotas dificultan distinguir a los políticos de sus propios guiñoles.

Álvaro Cunqueiro, director que fue del diario Faro de Vigo durante varios años, era un amante de la luz. Solía decirnos "Vengo a La Coruña a disfrutar de su luz", en sus paseos por la Avenida de la Marina. Es una luz que nos brinda amaneceres singulares y crepúsculos únicos sobre las numerosas galerías, mientras que los coruñeses seguimos navegando a diario por todos los mares de nuestra imaginación. La luz, como la vida misma, no se va, se está yendo.