No voy a ser yo quien ose afirmar que el Rey emérito de España cobró comisiones ilegales que, en parte, repartió entre algunas de sus amantes; que acumuló un patrimonio multimillonario de forma ilegítima, fraudulenta e ilegal; que ese patrimonio, en todo o en parte, se oculta con testaferros y en paraísos fiscales y que defraudó sistemáticamente a la hacienda pública española. Y no voy a afirmar nada de esto porque no tengo pruebas contundentes ni testimonios de primera mano o fehacientes de semejantes tropelías delictivas e inmorales.

Sí voy a decir, porque tengo constancia de ello, que se habla, se escribe, se publica y se predica todo esto y bastante más de don Juan Carlos, sea verdad o no, y que ya circula por la opinión pública nacional e internacional. Es decir, que ya existe un relato de la corrupción de don Juan Carlos que, por mucho que se califique de presunta, se asienta como más creíble cada día que pasa. Se hace, pues, imprescindible desmentir todo esto, si es "desmentible" y, por ello, entiendo que la iniciativa de una comisión parlamentaria de investigación es pertinente y positiva. Y es factible porque no se trata de juzgar, de exigir responsabilidades o de condenar penalmente al emérito, escondido y sobreprotegido por la Constitución del 78, sino de saber, aclarar y, en su caso, desmentir actividades delictivas con pinta de lesa patria.

Lo raro es que los sedicentes monárquicos, constitucionalistas y patriotas se opongan a que todo se aclare y permitan que se consolide el presunto falso relato de la presunta deshonestidad delictiva del monarca. No son tan monárquicos si prefieren potenciar la sospecha, con la imposición del silencio, a salvar la honra del monarca y de la monarquía. A no ser que consideren que el tal honor es insalvable y sea preferible ser un sospechoso para siempre a ser lo equivalente a un convicto, aunque no medie condena penal. Preferencia que no es la de la ciudadanía, con derecho a saber cómo y en qué se emplean sus cuartos. Sería también muy conveniente recordar que la monarquía es hereditaria y don Felipe lo hereda y heredará todo: la corona, el dinero, sea del color que sea, pero también el relato. Puede ser jodida y endiablada la herencia de los Borbones.