El Partido Popular ha elegido el Parlamento para votar iniciativa por iniciativa las medidas para reconstruir el país. El pacto propuesto por Sánchez no es más que un brindis al sol: la pretensión de un cheque en blanco para repartir su culpa en la gestión del coronavirus con los demás. Es natural que Casado prefiera ir paso a paso antes de caer como un pardillo en la trampa; el PP tampoco puede rehuir las responsabilidades adquiridas como primer partido de la oposición en el incierto futuro que le aguarda a este país. Pero una cosa es compartir el desgaste de los duros ajustes económicos que aguardan para sacar esto adelante y otra permitir que cualquier voluntad política se diluya en pactos sobre los que no existe un solo papel escrito que diga en qué consisten o cuál es la idea de Sánchez y de Iglesias para mantener España a flote.

Los días del confinamiento han servido, además de para protegernos, para probar la ineficacia generalizada del Gobierno en la gestión de la emergencia. También para poner en evidencia su alarmante propensión autoritaria. Los mítines anestesiantes de Sánchez de la televisión empezaron con preguntas filtradas de los periodistas y una invocación reiterada a la guerra, que solo puede tener como objetivo culpar de animosidad bélica a los que, en circunstancias así y frente a un supuesto enemigo oculto, no tienen inconveniente en mostrarse críticos. Pronto llegó la encuesta de Tezanos con la pregunta capciosa que ya conocen para predisponer a la opinión pública contra los medios no domesticados y a favor de una nueva censura. Inmediatamente, sin que se hubiera disipado el asombro, un general jefe del Estado Mayor irrumpió para admitir que la Guardia Civil tenía el encargo de Moncloa de "minimizar el clima contrario al Gobierno". Estos días se supo que Facebook está investigando cientos de cuentas falsas con nuevos perfiles que elogian el papel del Ejecutivo. Mientras tanto, tranquilos, sigan entonando Resistiré.