Sentía ganas de enviar a la porra este abril de 2020 que acaba porque en mi recuerdo se amontonan cosas negativas: una epidemia brutal con miles de infectados y muertos, el penoso confinamiento, un chorreo de parados por el crack económico, rumores de colapso hospitalario, incertidumbre alentada por el parcheo gubernamental aquí, feria de bulos? y ¡hasta gente que se ha enriquecido traficando con mascarillas higiénicas! Sin embargo, el esfuerzo de sanitarios, camioneros, cientos de soldados, incluso mi sobrina nieta voluntaria en un hospital y mi propio encierro aleteaban para escribir algo positivo. Lo que de verdad me ha cambiado la actitud y el enfoque ha sido un párrafo del análisis que don Fernando Ocariz, prelado del Opus Dei, ha publicado en el diario italiano La República con ocasión del próximo 1 de mayo, Día del Trabajo, que dice: "La reacción ejemplar de tantas y tantos, creyentes o no, ante la pandemia, ha manifestado esta dimensión de servicio y ayuda a pesar de que el destinatario último de cualquier tarea o profesión es alguien con nombre y apellido, alguien con una dignidad irrenunciable". El artículo de monseñor Ocariz, titulado El trabajo de cuidar el mundo, y fácil de localizar por internet, incide en la misión de todo hombre al trabajo como servicio con el que estamos cumpliendo el plan de Dios. Recomiendo su lectura completa.