Con este título deseo poner de relieve que en los tiempos actuales es muy fácil rastrear lo que decimos y hacemos. Y es que, como hoy, casi todo el mundo va equipado con un teléfono móvil que tiene un sistema de grabación y una cámara fotográfica, se pueden registrar y perpetuar los acontecimientos de la vida de los ciudadanos. ¡Nuestras vidas están parcialmente alojadas en las memorias de los propios aparatos o en la nube!

Y esto sucede tanto con los que vivimos en el olvido de los del montón. Como, pero todavía en mayor medida, con los personajes públicos. Estos, además de los rastros que dejan en sus álbumes personales y familiares, van dejando huellas de sus actuaciones públicas en los medios y las redes con la peculiaridad de que, a diferencia del pasado, ahora son muy fácilmente recuperables. Es a estas huellas de los personajes públicos, a la que voy a dedicar el resto de la líneas que siguen. Pero con dos advertencias.

En la primera, las huellas que me interesan son las contradictorias: las grabaciones en las que una misma persona es capaz de decir y hacer una cosa y la contraria. La segunda precisión es que solo voy a referirme a los rastros dejados por los personajes que están en el poder. Estos tienen una legión tan extensa de aduladores y pelotilleros que hay que compensarla con algunas críticas. Se trata de recordarles a los señores del poder que son mortales, como hacían los romanos con los militares victoriosos: "¡Oh César, recuerda que eres mortal!" Advierto, pues, estimado lector, que solo voy a contraponer las huellas contradictorias de políticos que están en el Gobierno de España, centrándome solo en dos especialmente significativos: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Entre los rastros de las numerosísimas contradicciones en las que ha incurrido Pedro Sánchez y que son fácilmente rastreables en la red basta recordar, por todas, las que dejó en su última campaña electoral, en la que se comprometió ante los electores públicamente a que no pactaría nunca con Podemos, ni con los independentistas catalanes, ni con los filoterroristas de Bildu. No hace falta que recuerde lo que pasó y lo que sigue sucediendo.

Pablo Iglesias no le va a la zaga. Pero este no solo incurre en contradicciones flagrantes es, además, un broncas al que le interesa dinamitar las instituciones. Entre sus principales contradicciones cabe recordar que después de afirmar en sus mítines electorales que le gustaba vivir en Vallecas, para ver a diario los ojos a su quiosquero y a su panadero y pasear entre su gente, al poco tiempo se marchó a vivir a un chalet a Galapagar. Otra muy sonada fue cuando, en una conversación mano a mano con Albert Rivera, sostuvo que ganar más de 6.000 euros al mes era una indecencia y que si la mayoría de los ciudadanos solo ganan 1000, él no podía cobrar más de 4.000 euros.

Otra contracción flagrante fue cuando justificaba los escraches a los políticos instalados en el poder y decía que eran "jarabe democrático chavista de los de abajo contra los de arriba". Y, claro, ahora que ya está arriba ordena proteger su chalet con casi una decena de coches de la Guardia Civil. Pero todavía hay otra huella cuyo rastro en la Red seguro que no le gustará nada que pueda ser recuperada. Me refiero a un vídeo, titulado Explicado a tu cara, en el que Pablo Iglesias, en las jornadas Organizando la resistencia da una lección clarísima de lo que es el comunismo. Dice Pablo Iglesias que al que hace política le tiene que interesar el poder y añade "los comunistas han tenido éxito en los momentos de excepcionalidad, de crisis y estamos en momentos de crisis". Agrega también: "no se trata de establecer alianzas con nadie, hay que empujar las contradicciones del adversario, aprovechar las grietas y ocupar los espacios". Por eso, cabe preguntarse si la reciente bronca con Vox en la comisión parlamentaria de reconstrucción económica y social no es un paso más en esa estrategia de provocar situaciones de crisis en beneficio de la estrategia totalitaria de la implantación del comunismo.No serán pocos los que piensen que las contradicciones importan poco si son los políticos de izquierdas los que incurren en ellas: la pertenencia a la izquierda es el "bálsamo de Fierabrás" que todo lo cura. Y hasta habrá quien piense que la coherencia política no es un valor que cotice al alza en la lucha política en la que todo vale si ayuda a conseguir el poder. Pero yo soy de los antiguos que todavía tienen la esperanza de que la decencia intelectual acabe por imponerse, y de que cada vez haya menos personas que se enganchen a la bandera descolorida de la falta de credibilidad.