El viaje del Fuenlabrada a A Coruña tras detectar cuatro positivos por coronavirus en la plantilla y sin esperar al resultado de las pruebas que confirmaron otros seis contagiados ha supuesto una inmensa irresponsabilidad sanitaria, por su evidente riesgo para la salud pública en la ciudad, que ha derivado en una injusticia deportiva, por el descenso matemático del Deportivo sin derecho a jugar su partido.

Desde el lunes hasta ahora, si algo ha quedado patente es que el desplazamiento del Fuenlabrada a A Coruña nunca debió realizarse. Nada, ni mucho menos el crematístico negocio de la Liga de Fútbol Profesional, justifica poner en peligro la salud pública. Ni tampoco que por esa irresponsabilidad se condene a un club al descenso vulnerando el más elemental de los principios deportivos: la igualdad de todos en la competición.

El ya conocido como Caso Fuenlabrada, con una investigación penal de la Fiscalía en marcha a instancias del Ayuntamiento de A Coruña, merece la honesta reflexión de todos los implicados en una doble vertiente: la sanitaria y la deportiva. La pandemia del coronavirus, con más de 28.000 muertos oficiales y 272.000 contagiados en España, nos ha hecho ver la vulnerabilidad del ser humano ante el Covid-19. Las autoridades sanitarias han insistido en que, sin tratamiento ni vacuna, la responsabilidad social e individual es la mejor prevención. Empecinarse en viajar a A Coruña tras detectar cuatro casos en un grupo de 50 personas que trabajan juntas a diario vulnera todo principio de prudencia que exige esta enfermedad, de dolorosas consecuencias. El Fuenlabrada alega que cumplió los protocolos y que viajó con el beneplácito de LaLiga, pero el desplazamiento se realizó sin aguardar a los últimos resultados de las pruebas, que se conocieron ya en A Coruña y que destaparon otros seis contagios, los que, a la postre, llevaron a LaLiga y a la Federación Española de Fútbol, con la bendición del Consejo Superior de Deportes, a aplazar únicamente el Deportivo-Fuenlabrada, origen de la injusticia deportiva, en vez de suspender toda la última jornada.

Ese viaje, que a día de hoy ya solo defienden el Fuenlabrada y LaLiga, tiene como primeras víctimas a los jugadores y técnicos del club madrileño que sufren la enfermedad, y, por extensión, a toda su expedición, condenada a pasar la cuarentena en el hotel Finisterre. El brote suma ya 28 contagios, 20 de ellos confinados en A Coruña. Resulta mezquino cómo el presidente de LaLiga, Javier Tebas, y sus satélites mediáticos cuestionan que nadie se preocupe por la salud de estos contagiados, atendidos por la sanidad gallega, el personal del hotel Finisterre y el propio jefe de los servicios médicos del Deportivo. Las otras víctimas, a las que se ha puesto en un riesgo innecesario, son la tripulación de Iberia en el vuelo del Fuenlabrada, los conductores de autobús que los condujeron al hotel y el propio personal del establecimiento coruñés.

La irresponsabilidad radica no solo en viajar con casos positivos, con claros riesgos de expansión del brote, como se demostró el lunes, sino también en hacerlo sin comunicar los mismos. Ni la Consejería de Sanidad de Madrid ni la de Galicia fueron informadas de estos casos, según han señalado ambas administraciones. Tampoco se le comunicaron a la Federación ni al Consejo Superior de Deportes. Una sospechosa opacidad del Fuenlabrada y LaLiga, que por los hechos conocidos hasta ahora parecía más preocupada de concluir a toda costa la competición que de salvaguardar la salud pública y de los propios jugadores madrileños.

A Coruña, se ha mostrado como una ciudad segura en la contención del coronavirus, incluso en la actual ola de rebrotes de la enfermedad que sufren distintas zonas de España. Con indudables sacrificios y esfuerzos en forma de confinamiento, de prudencia, y de pérdida de contactos directos con familiares y amigos, los coruñeses querían dejar atrás los fatales momentos de la pandemia y remontar el vuelo económico y sanitario. En su trabajada desescalada, el viaje del Fuenlabrada ha echado por tierra parte de esa labor y ha generado miedo e incertidumbre en la población.

La sosegada reacción de la población, en la que se mezcla la indignación sanitaria y deportiva, merece el elogio. Sosegada, pero contundente para aclarar quién es el responsable de la irresponsabilidad. Prueba de ello es la inmediata reacción de la alcaldesa, Inés Rey, con el respaldo unánime de la Corporación coruñesa, para exigir responsabilidades por la presunta negligencia. El extenso y documentado escrito del Ayuntamiento ante la Fiscalía para dilucidar quiénes son los responsables del viaje ha llevado al Ministerio público a abrir diligencias de investigación penal. La Fiscalía provincial iniciará las pesquisas necesarias para "esclarecer los hechos y determinar si los mismos tienen alcance penal", según ha indicado.

Con la vía judicial abierta en la vertiente sanitaria del caso, la deportiva afronta un embrollo administrativo sin igual en la historia reciente del fútbol español. La solución de LaLiga y la Federación, con el apadrinamiento del Consejo Superior de Deportes, tras conocerse los positivos del lunes consistió en mantener toda la jornada salvo el partido entre el Deportivo y el Fuenlabrada. Esa decisión, a la que el club blanquiazul se opuso dos horas antes de que los resultados de la jornada le dejaran matemáticamente en Segunda B, se argumentó "por causas sanitarias de fuerza mayor" como "la solución que mejor protege la salud de los futbolistas y la integridad global de la competición". El pacto vulneró un acuerdo previo, la Circular 93, firmado el 6 de julio, por el que la Federación, tras escuchar a LaLiga, acordó que en las dos últimas jornadas del campeonato, todos los partidos con ascensos o descensos en juego debían disputarse a la misma hora.

La suspensión privó al Deportivo del derecho a jugar en igualdad de oportunidades. También al Numancia, al Elche y al Rayo Vallecano. No hace falta que se recuerde desde los cenáculos de LaLiga la pésima temporada del Deportivo, en un intento de desprestigiar su legítima reivindicación de haber podido jugar. Todos los blanquiazules son conscientes de su mala campaña. Llevan sufriéndola doce meses. Pero el hecho es que, a pesar de tan pésima temporada, llegó al final con opciones de salvarse. Y no se le permitió jugar. Entre los profesionales del fútbol hay coincidencia casi general en que el Deportivo-Fuenlabrada, clave en la resolución de Segunda, condicionaba el devenir del resto de encuentros.

Según se han ido conociendo los hechos, la Federación y el Consejo Superior de Deportes, que depende del Gobierno, han virado y se han separado de los argumentos de LaLiga. El Comité de Competición incluso ha abierto expediente disciplinario extraordinario al Fuenlabrada al apreciar "indicios mínimos razonables de infracción" en la denuncia aportada por el Deportivo. El expediente, al que se agrupan las solicitudes de Elche y Numancia, dilucidará si el Fuenlabrada incurrió en infracciones muy graves, entre cuyas sanciones figuran la pérdida del partido e incluso el descenso.

El aplazamiento del partido de Riazor atentó contra la igualdad entre clubes y adulteró la competición, por lo que la solución no puede consistir en la simpleza que defiende Tebas de jugar solo el Deportivo-Fuenlabrada. Una opción inviable a día de hoy con veinte infectados por coronavirus en la expedición del Fuenlabrada y otros ocho en Madrid. Solo existe como salida la repetición íntegra de la jornada, como reclama el Deportivo. O, en su defecto, respetar sus derechos y los del Numancia en una Liga con 24 equipos. Todo lo demás es no solo un castigo sino una inaceptable injusticia que el Deportivo no merece.