¿Qué tal les va? Espero que bien, y que hayan tenido ustedes un buen inicio de semana, en la medida de lo posible. Nos vimos la última vez el sábado y, fíjense, ya estamos firmando casi el ecuador de este nuevo ciclo de siete días. Y antes de que nos demos cuenta volverá a ser sábado. Si es que la vida... son dos días.

Pero lo cierto es que, por poco tiempo que efectivamente sea o se nos antoje, da para bastante. Por ejemplo, para adquirir una formación que, no se engañen, es mucho más importante que el mero objetivo de obtener un buen trabajo. Soy de los que piensan, ya me dirán ustedes qué les parece, que todo lo que uno aprenda y el poso cultural que adquiera es fundamental, sobre todo, para ser libre. Para tener pensamiento crítico. Para poder discernir por uno mismo qué caminos le interesan y cuáles no. Y, en el marasmo de información en el que hoy vivimos, para tener criterio sólido. Todo ello es muy importante. Lo del trabajo, evidentemente, también. Pero la formación trasciende a eso. Nos forja a nosotros mismos.

Hoy, en esa línea, les propongo una reflexión en torno a la educación, a raíz de un chascarrillo que alguien compartía estos días. Fíjense, se trataba de una serie de viñetas, en las que se trataba de ejemplificar de forma jocosa la progresión de la educación. En la primera se veía una figura compleja, formada por un cuadrado al que se le habían recortado una serie de trozos circulares y rectangulares, con todas sus medidas. La misma, atribuida a 1972, proponía el cálculo del área de tal figura. En la segunda viñeta, la figura era mucho más sencilla, si acaso el mismo cuadrado al que solamente se le había detraído un área cuadrangular más pequeña, todo ello también acotado. Se atribuía a 1985 y se pedía, igualmente, el área. En la siguiente, ya en los 90, se veía el cuadrado, de 20 x 30 cm, y la leyenda animaba a elegir entre diferentes valores numéricos para el área, entre ellos el correcto. Ya al final del siglo XX una nueva viñeta nos pregunta algo parecido a si somos capaces de indicar qué respuesta se corresponde con el área del cuadrado, para lo que se propone un esquema de cuatro posibles respuestas. La primera es "Michael Jackson", la segunda "600 centímetros cuadrados", la tercera el nombre de un objeto y la cuarta dice, textualmente, "esta no la elijas". La última de las viñetas, que se contextualiza en 2020, nos presenta el mismo cuadrado y, directamente, nos pide únicamente "por favor, píntelo usted del color que más le guste". Ya no pide ni el área...

Para mí, la educación de hoy tiene notables mejoras respecto a la de ayer, lo cual se nota en muchos ámbitos. Sin duda, por ejemplo, en los temas transversales, que también son educación. ¿Cuáles? Pues todo lo que tiene que ver con la igualdad entre mujeres y hombres, por ejemplo, antes absolutamente ausente del currículo. O, a partir de ahí mucho más, concerniente a valores y a actitudes frente a los demás, en mil frentes. También se percibe en el planteamiento de nuevas asignaturas optativas, vinculadas a ámbitos, técnicas y disciplinas hoy importantes. De la "Cultura Científica" a los "Métodos Numéricos" o la "Robótica", por ejemplo, pasando por una mayor focalización en los idiomas o en el trabajo en importantes áreas, como la Oratoria. O en enfoques por proyectos y bachilleratos especializados. Pero no es menos cierto, y por eso al autor del chiste creo que no le falta razón, que todo ello ha venido aparejado por un "abaratamiento" general de los contenidos, que cada vez son menos densos. En Matemáticas es evidente. Antes el estudio de las matrices pasaba por el conocimiento de las aplicaciones lineales y el estudio de su núcleo y su imagen. Hoy, en el currículo oficial, las matrices son un desconcertante "conjunto de a por b números", sin atender a su origen ni a su lógica, tanto en la opción de Ciencias Académicas como en la de Ciencias Aplicadas, en un cierto paralelismo con lo que antes eran las modalidades I y II. ¿Y qué me dicen del Cálculo Diferencial e Integral, que hoy se ven en 1º y 2º de Bachillerato, mientras antes era un año antes? En Física, por poner otro ejemplo, la rebaja en la exigencia es notable. Todo lo que tiene que ver con Cinemática y Dinámica del Sólido Rígido, por ejemplo, se ha retirado del programa oficial. O la Teoría de Campos, de forma más exhaustiva, utilizando operadores diferenciales. O muchas partes, más complejas, de temas que hoy son más ligeros.

Todo esto ha venido acompañado de una mayor apropiación de un esquema de inteligencias múltiples, lo cual aplaudo. Miren, hay personas que cantan de maravilla, otras dibujan de ensueño, otras danzan con una elegancia incomparable, otras sobresalen en el deporte, para otras la música es su lenguaje natural, y las hay que hablan o escriben de película, mientras que hay a quien le va el conocimiento abstracto, en múltiples variantes. Y todo ello es importante, pura diversidad, lo cual es muy positivo y muy de esta época, y donde se han de tener en cuenta las características individuales del alumnado. Pero creo que ahí también hay un riesgo. Y este es el de que, a base de limar contenidos generales, cada vez se titule con menos competencias. Todos mis amigos que dan clase en la Universidad alertan sobre este fenómeno, que yo también constaté hace años, cuando tuve oportunidad de hacer lo propio, y que se nota especialmente en los estudiantes de primer curso en la Facultad, al igual que en la Secundaria y el Bachillerato. Cada vez la tendencia parece que va más a uniformizar por lo bajo, de forma que todo el mundo tenga oportunidad de titular. Pero titular ha de exigir un esfuerzo y una capacidad, la adquisición de unas competencias y un trabajo continuado. No puede ser generalizado y a cualquier precio, como parecen sugerir las tendencias -que suenan del Ministerio- de que se pueda pasar de curso sin límite de suspensos. No, quizá el esquema de itinerarios a edad temprana, impuestos en otros países, sea excesivo en un momento en el que la madurez está consolidándose, de forma asimétrica en cada uno de los estudiantes. Pero tampoco pasarnos al otro lado y establecer una especie de barra libre, donde todo el mundo tenga unos títulos que, por generosos y universales, se conviertan directamente en papel mojado...

¿Titular? Sí, pero fijando un umbral de contenidos mínimos que nunca ha de ser traspasado, bajo ningún concepto. Lo otro... quizá sea engañarnos a nosotros mismos, ¿no?