En las últimas semanas se ha montado un gran revuelo por unas declaraciones del vicepresidente Pablo Iglesias en las que decía que en España no hay plena normalidad democrática, en referencia al paisaje de políticos catalanes presos y huidos que nos dejó aquel jovial entusiasmo independentista prepandémico. Y qué quieren que les diga, ¿acaso en este país ha habido alguna vez plena normalidad en algo? Recapitulemos: no fue normal que las hordas franquistas se levantasen contra la democrática II República y desatasen una guerra fratricida que todavía hoy celebra un buen puñado de anormales españoles, ni que los nazis del III Reich y su Legión Cóndor les echasen una mano. No fue normal que un país tan inspirador como Francia hiciese la vida imposible a tantos españoles que huían de la muerte a través de los Pirineos. No fue normal que, tras derrotar a Hitler y a Mussolini, los aliados diesen por buena la dictadura fascista en España. No fue normal la sanguinaria represión franquista que siguió a la derrota de la democracia y que se prolongó hasta el último aliento del psicópata. No fue normal que médicos, curas y monjas se confabulasen para robar niños en las maternidades hasta bien entrada, de nuevo, la democracia. No fue normal que un ministro de la dictadura de Franco acabase presidiendo la democrática Xunta de Galicia durante quince años y todo el mundo pareciese encantado con él, oiga. No fue normal que los asesinatos de ETA fuesen una cosa de lo más normal a lo largo de toda mi ya democrática infancia, juventud y buena parte de mi edad adulta. No fue normal que bajo el auspicio de un gobierno democrático y socialista se inventase algo como el GAL. No es normal que siga habiendo muertos en cunetas y fosas comunes y que haya políticos que se mofen de quienes quieren saber qué fue de sus familiares represaliados.

No es normal que sigamos discutiendo por los nombres de las calles, que Madrid retire del callejero a Indalecio Prieto y a Largo Caballero por una pérfida interpretación de la ley de Memoria Histórica. No es normal que se encarcele a la gente por cantar, escribir u opinar. No es normal la crispación, la inelegancia y el vacío intelectual que evidencia el debate político de nuestros días. No es normal lo de la sede del PP, lo de Bárcenas y sus sobres. No es normal lo del hospital Isabel Zendal, que no sirve ni para almacenar vacunas y hay que seguir pagando para que alguien lo haga. No es normal lo de los reyes y sus hijos e hijas y cuñados, eso de gobernar por apellido, y financiar entre todos su real educación, no es normal. No es normal que buena parte de los españoles sintamos repelús por nuestra bandera y que a nadie se le haya ocurrido inventarse otra. No es normal que haya homenajes a la División Azul por parte, precisamente, de ese tipo de gente que consigue que los demás sintamos todo ese repelús. En fin, podría extenderme cuanto quisiera, pero no sería normal.