Magnífico concierto en el que se dieron todas las circunstancias posibles para tal éxito: dos grandes obras de repertorio, una gran orquesta, un increíble pianista, un magnífico director y unos pajaritos muy alegres en la cubierta del Coliseum que no dejaron de cantar durante la interpretación del concierto de piano, lo cual deja fuera de dudas sobre la no idoneidad de dicho recinto para conciertos sinfónicos.

¿Qué les dan de comer a las nuevas generaciones del piano? ¡Qué manera de hacer música en el monumental concierto de Prokofiev a cargo del joven pianista Daniel Ciobanu! Virtuosa y solvente versión la que nos ofreció, sin ningún aspaviento de más y con una naturalidad dejando una impresión de gran superioridad sobre uno de los conciertos más difíciles para el piano y que fue fuertemente aplaudido por el público; concierto que comenzó con la magnífica intervención de Marín y Anguera en la sección de clarinetes. Quizás Petrushka puede ser uno de los mejores ejemplos musicales si quisiéramos mostrar el talento artístico de cualquier sección de esta Orquesta Sinfónica de Galicia en un estado de forma de Champions League, y daría igual que principal alternara los solos, porque la versión de esta noche es digna de ser ofrecida en los mejores teatros del mundo. Una percusión fantástica que acaricia el sonido y que te hace olvidar en muchos momentos de ella por integrarse tan bien dentro del sonido de la orquesta.

Grandes solos los de Permuy al piano, Ferrer al clarinete, Durichen al violín y Harriswangler al fagot, pero, el viernes, Walker dio una lección de flauta con sus solos, algo a lo que nos tiene muy acostumbrados con su regularidad desde el año 1992. El otro artista destacado de la noche fue el trompetista gallego Alejandro Vázquez, el cual parece haber nacido con una boquilla en la boca y que nos hizo vibrar con el continuo recital de solos durante Petrushka, que clavó durante toda la noche. Gran director Giancarlo Guerrero, perfecto en el acompañamiento a Ciobanu, acercándose constantemente al mismo para asistir al pianista y lograr que las secciones más alejadas y que no pueden escuchar al pianista, no solo encajen en ritmo sino que no superen el sonido del mismo. Gran versión de Stravinski en una monumental obra que dirigió sin partitura, azuzando y apoyando a todas las secciones para lograr una versión espectacular, que, como decía antes, bien debería ser interpretada en otros auditorios del mundo.