Sí, han leído bien, no es un desliz. La frase la escribe Adrianey Arana, experimentado profe de párvulos, en una reciente entrega en su blog, expresando la genial exclamación que le soltó un día uno de sus pupilos cuando captó a su manera que el profe en cuestión no le prestaba toda la atención que él crío solicitaba. El maestro, recién llegado al aula y liado a primera hora de la mañana en otras tareas con la mochila, la tablet, los cuadernos, etc. oía, pero no escuchaba las inauditas cosas que le llovían. --¡Oye, profe…!, --¿Sabe profe…? Y así hasta que un pequeñajo se le encaró y soltó: “¡Escúchame con los ojos!”, que Adrianey al instante tradujo por un resolutivo “¡Mírame cuando te hablo!”. No le debía faltar razón al alumno para exigir ser atendido completamente. Sé de personas bien educadas que ante visitas y entrevistas solicitadas no dudan en apagar, o al menos en poner en silencio, el móvil para que los interlocutores gocen de toda su atención. Son tantas las solicitaciones que nos llegan, por radios, móviles, periódicos, televisiones, que oímos y percibimos un sinfín de palabras y sones, pero no escuchamos lo que nos dicen ni percibimos los mensajes. Así nos va.