Hablan displicentemente de rectificación, pero se trata de una auténtica enmienda, porque los comentarios de la presidenta de la autonomía de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, hechos a la carta que el Papa Francisco envió al presidente de los obispos mexicano con ocasión del bicentenario de la independencia de aquel país, fueron en realidad una auténtica metedura de pata. Primero: porque juzgo que opina sin haber leído la carta; segundo: si la señora Díaz Ayuso no leyó la misiva estuvo no sólo mal informada pues el Papa no arremete contra España, sino también mal aconsejada, alineándose con aquellos creídos que no admiten crítica ni advertencia alguna —¿qué tiene que decirme a mí un argentino?, piensan— si proviene de un hispano o de alguien que habla en español. Así que, a pedir perdón porque pone en entredicho al Papa, perdón que seguro que obtendrá del Romano Pontífice; luego, a reconocer las meteduras de pata, calificar sin haber leído; además a corregirse ella, o a sus consejeros, del irritante prurito de superioridad sobre los hispanoamericanos. Con esas premisas opino que todos estamos de acuerdo en apreciar que en cualquier “pasado glorioso no se pueden ignorar las sombras que acompañan la obra de la evangelización”, sea aquí, en Tonkín o en el resto del mundo.