La Opinión de A Coruña

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Luis Carlos de la Peña

Momento ibérico

Pese a que pensamos lo contrario, apenas sabemos nada de Portugal. No está mejor fundada la perspectiva que de nosotros tienen além Minho. Siglos de mutuos recelos han cavado profundos fosos de ignorancia y prejuicios. Con todo, en los últimos años un sentimiento difuso troca nuestro añejo paternalismo por un palpable papanatismo ante los logros observados en el país vecino… y hermano. El aplauso premia la feliz navegación portuguesa por las difíciles aguas del presente como, quizá en su reverso, trata de relativizar la de Galicia y/o la de España.

Durante largos y pesados decenios del siglo XX, las relaciones entre Galicia y Portugal se sostuvieron sobre humildes alijos de textiles y café, turismo asequible y memoria sentimental de José Afonso. Solo en los últimos lustros y gracias al marco integrador de la Unión Europea, gana cuerpo en Galicia la visión de Portugal como una oportunidad estratégica para las empresas, la geopolítica y la especulación académica.

La nueva perspectiva sobre el país de Camoens se cimenta en el diferencial de costes laborales —sumamente perjudicial para el empleo en Galicia— y el brillo de infraestructuras portuarias como las de Sines y Leixoes o la proyectada alta velocidad ferroviaria en el arco atlántico, sin olvidar la oferta global de vuelos desde Oporto y el impulso a la innovación industrial en el norte luso. Todos estos elementos, más la poética romántica de una Galicia extendida hasta el Duero, fecundan los recelos de una parte de nuestra intelligentsia hacia la España radial.

Ante el hipotético cambio de cabalgadura estratégica en mitad de la corriente, será oportuno recordar que el PIB gallego representa por sí solo casi un tercio del de Portugal, al que el de España multiplica por seis; que Galicia vende mercancías y servicios al resto de España por valor de más de 10.000 millones de euros y 3.000 millones a Portugal. Será también necesario tener presente el modelo centralista portugués, tanto que Rui Moreira, alcalde de Oporto, demanda descentralización, competencias y “ministros que defiendan los intereses del Norte”.

En definitiva, a Galicia le va bien con España, lo cual no obvia sacar el mejor partido a su localización ni al incremento de las relaciones entre ambos estados en la perspectiva europea. Como explica Joao Mira Gomes, embajador de Portugal en España, “es el momento de la península Ibérica”.

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