Antes de morir, Albert Einstein llego a expresar su falta de confianza en que algunos de los frutos de su Teoría General de la Relatividad pudiesen llegar a concretarse en realidades tangibles. Algo que ha estado ahí desde entonces en una construcción teórica que, pese a los diferentes pasos dados que la apuntalaban, todavía no se había podido confirmar en toda su extensión. El conjunto de experimentos diseñados por el vasto equipo del Telescopio del Horizonte de Sucesos, EHT; han marcado ya un antes y un después, haciendo historia en el día de ayer. Y es que fue este jueves cuando, a las tres de la tarde y en diferentes actos en red, se presentó a la sociedad la fotografía más buscada: la del límite del horizonte de sucesos entre la masiva y pequeña —en términos relativos— región del centro de nuestra galaxia de donde ni la luz puede salir y, fuera, la luz curvada por la acción del campo gravitatorio por ella producido. O, lo que es lo mismo, el agujero negro Sagitarius A*.

No era la primera vez que, desde esta colaboración científica internacional, nos sorprendían. Antes, en 2019, el mismo equipo publicó los resultados de una experiencia parecida con un objeto cósmico situado mucho más lejos. En aquel entonces la imagen obtenida fue la del agujero negro en Messier 87 -M87*-, con una apariencia similar. Aquello fue un hito porque la técnica puesta en marcha con la utilización síncrona de distintas estaciones dispersas por el globo ofrecía sus prometedores resultados por primera vez. Y ahora lo es de nuevo, porque la misma estrategia se ha aplicado a nuestra propia galaxia, apuntando mucho más cerca -27.000 años —luz frente a 55 millones—, y utilizando métodos diferentes para llegar a un mismo tipo de imagen, consistente con la teoría en lo cuantitativo y lo cualitativo. Estamos, no cabe duda, ante un fuerte espaldarazo al legado de Einstein.

Y así como la constatación de la existencia de los agujeros negros es, a partir de tal experiencia, importante, la misma servirá también para descartar otras teorías alternativas, pudiendo centrar más el trabajo a partir de ahora. Queda, por supuesto, un trabajo ingente tanto en la línea de ampliar el número de radiotelescopios utilizados, mejorar los algoritmos y métodos de reconstrucción de imagen, o retos como el de utilizar diferentes frecuencias. Todo ello y, también, metas más ambiciosas, quizá algunas que hoy aún no imaginamos. La idea central de lo vivido estos días es que la búsqueda mucho más allá de lo conocido hasta ahora está bien orientada, y que tanto la experimentación como su impacto en la teoría van a salir muy beneficiadas de este nuevo hito de la ciencia.

La idea central del Telescopio del Horizonte de Sucesos es simple aunque, como apuntan los especialistas “luego el diablo está en los detalles”, los cuales llevaron a infinidad de problemas prácticos que solamente mediante el concurso de un amplio equipo multidisciplinar de especialistas se pudieron abordar. Pero la estrategia de trabajo no es demasiado compleja: se trata de muestrear una misma región del espacio con distintas instalaciones en diferentes zonas de nuestro planeta, de forma simultánea. Una muy buena sincronía tanto en el espacio como en el tiempo, así como la utilización de mecanismos de adquisición de datos y tratamiento de los mismos de gran potencia permiten volcar toda esa información a la vez en un mismo sistema que, a la postre, puede encontrar detalles muy pequeños a enorme distancia. Decía uno de los exultantes investigadores involucrados en el proyecto que la finura de detalle del trabajo realizado es equivalente a la de poder apreciar las burbujas en una jarra de cerveza situada en Nueva York, mirándola desde Múnich. Y todo ello aprovechando instalaciones ya existentes, que dos a dos van produciendo puntos de imagen en el telescopio virtual, y teniendo en cuenta el propio giro de La Tierra, que convierte estos en trazas que, poco a poco, van aportando más información al mosaico final. Y todo ello para crear, con éxito, una instalación virtual del tamaño del propio planeta.

Habrá que esperar tiempo para sacarle todo el jugo posible a este y a los venideros resultados de esta colaboración internacional. Por lo de pronto, están disponibles ya diez publicaciones con los detalles y la ampliación de lo presentado, que redundarán en mucho más conocimiento científico. Pero hay más... Y es que soy de los que piensan que, aparte de la enorme aportación en cuanto al conocimiento teórico, a la realidad práctica y a las aplicaciones tecnológicas futuras de la investigación básica, hay tres derivadas importantes en todo este tipo de trabajos. Por una parte, refuerzan la importancia del conocimiento per se, porque así se profundiza en la exploración de lo que nos rodea y, como parte de ello, de nosotros mismos. Por otra, en tiempos convulsos en la esfera internacional, redundan en la importancia de la colaboración más allá de las fronteras, con la visión puesta en un proyecto común que puede generar réditos impagables para la Humanidad entera. Y, para terminar y por último, inyectan esperanza en un presente un tanto desnortado, sugiriéndonos un futuro en el que la especie humana avance en la indagación de los innumerables misterios que guarda el Universo.

Colaboración, conocimiento y esperanza son siempre aliados de lujo en cualquier propósito. Ojalá los recursos, pilar imprescindible para cualquier emprendimiento de tal naturaleza, no flaqueen. Y ahí hace falta una mirada y un compromiso mucho más amplio que el que se realice únicamente desde la ciencia.