Hay que verlo para darse cuenta de la grandeza de un emprendedor desapercibido. Hablo de Manuel Magadán, que en 1911 montó una mini central hidroeléctrica situada en la corriente de un arroyo, tan ignorado como el promotor del ingenio, allá por Fonsagrada (Lugo), la torrentera de San Pedro de Neiro que por el Rodil acaba desembocando en el Eo y vertiendo sus aguas en el Cantábrico. Hay que ir a verlo para plantearse el empeño, esfuerzo y trabajo para, 1) localizar el sitio; 2) hacer las trochas en las laderas de los montes para acceder; 3) ejecutar una conducción de aguas a través de los montes; 4) transportar hasta allí —estamos hablando de 1911, ¿quizás en caballerías o carretas? — la pesada maquinaria; y un largo etcétera de trabajos esforzados hasta conseguir llevar la luz eléctrica a aldeas aisladas. No salgo de mi asombro imaginando el empuje de ese hombre para convencer a campesinos, trabajadores, pequeñas autoridades, algún banquero de lo que quería hacer, y que finalmente hizo. Un auténtico gigante para realizar con los medios de entonces una obra que pude visitar ahora, y admirar, con la simpar ayuda de un todoterreno, y la entusiasta explicación de alguien empeñador en dar continuidad, mejorándola, la visión de un emprendedor ignorado.