El lunes murió Mijail Gorbachov, un político valeroso que levantó acta del fracaso del comunismo. Pero que el nacionalista extremo Putin mande en Moscú indica que salir del autoritarismo no es una asignatura fácil.

En España el martes veremos en el Senado un interesante debate sobre las medidas de ahorro energético. El Gobierno sacó su plan en el Congreso, pero el líder del PP no es diputado y está bien recuperar el Senado para grandes debates.

Pero ambos líderes saben que Putin ha desencadenado un tsunami geopolítico y económico que está acelerando que las decisiones fundamentales no sean ya tomadas por las capitales nacionales, sino por las instituciones comunitarias: la Comisión de Bruselas, el Consejo Europeo de presidentes y el BCE. Sánchez y Feijóo fijarán posiciones, pero la autonomía de España es cada vez más limitada.

El disparo del precio del gas (arma de guerra de Putin) ha provocado una fuerte subida del precio de la electricidad y de la inflación que amenaza con dejar fuera de juego a muchas empresas y familias. Una inflación europea del 9,1% (el 10,4% en España) no es soportable y de seguir así, o incrementarse (si Putin cierra el grifo), podría ser catastrófico.

Sánchez, alarmado porque la inflación española es superior a la europea, lo advirtió y logró la “excepción ibérica” para que el precio de la electricidad dependiera menos del gas. Y los gobiernos han ido tomando medidas (reducción del IVA, descuento de la gasolina y del precio del transporte público…) que protegen al ciudadano. Pero a medio plazo serán poco viables porque cargan el gasto público y algunas pueden ser negativas para luchar contra el cambio climático.

Por eso ahora la presidenta de la Comisión quiere tomar medidas excepcionales y reformar el mercado eléctrico europeo marginalista (marca el precio la energía más cara que entra en el sistema) que en estos momentos causa grandes problemas. El próximo viernes hay una reunión de ministros de energía que será clave y Ursula von der Leyen fijará la posición de la Comisión el miércoles 14.

Feijóo pedía bajar impuestos al precio del gas (ya se hizo a los de la electricidad) y Sánchez se ha apuntado. A corto es positivo (alivia al ciudadano), pero tiene inconvenientes y quizás no sea lo que Europa, que parece apostar por bajar el precio de las renovables, acabe decidiendo. Así la rebaja del IVA y el impuesto extra a las eléctricas perderían bastante sentido. En política energética lo que decida Europa nos marcará el camino.

Por otra parte, el resurgir de la inflación, no sólo por el gas, fuerza a los bancos centrales a subir los tipos de interés para frenar la economía. Los mercados ya lo notan. Alemania, a la que regalaban endeudarse, ya paga un 1,57% por su deuda a 10 años. España, paga el 2,79% e Italia el 3,92%. Y la tendencia seguirá. La economista alemana Isabel Schnabel, muy influyente en el comité ejecutivo de seis miembros del BCE, dijo en Jackson Hole que los intereses subirán más aunque ello implique sacrificios porque de no ser así —y confesó que el BCE iba con retraso— las consecuencias serían peores.

El próximo jueves el BCE subirá los tipos de interés y quizás no el 0,5%, como estaba previsto, sino un 0,75%. Una inflación en Europa del 9,1% y un paro que ha bajado de media al mínimo del 6,6% no frenarán a Frankfurt. Puede ser necesario, pero el efecto para España no será bueno. El paro ha bajado en un año del 15,1% al 12,6%, pero tenemos una tasa del doble que la media europea.

Y aunque ni guste ni sea popular, nuestra política económica deberá adaptarse. Prestar más atención a la competitividad empresarial para salvar empleos y controlar más el gasto. Sánchez intentará dilatarlo porque cree que la crisis no será tan grave, pero deberá empezar a hacerlo antes de las elecciones. Y Feijóo le culpará de todo. No será cierto como tampoco lo era —aunque a Sánchez lo proclame— que el Gobierno Rajoy tuviera mucho margen ante la magnitud de la crisis de 2013 pues los grandes recortes ya los inició Zapatero.

Pero la política es así y los dos partidos se tirarán los trastos a la cabeza olvidando que en las grandes crisis el populismo y los apriorismos políticos no son la mejor receta. En España sobra ideología y falta pragmatismo.