La Opinión de A Coruña

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Salinas

Vivir en un duelo eterno

Una surcoreana, de nombre Jang Ji-sung, aceptó participar en un documental sin saber muy bien a lo que se iba a enfrentar. El espacio televisivo —que puede verse en Internet, aunque con subtítulos en inglés— acabó por dar la vuelta a todo el mundo. El documental en sí se llamaba I met you, que traducido algo chabacanamente viene a significar algo así como te conocí. Y el nudo argumental consistía en que la mujer se reencontraba con su hija, Nayeon, que había fallecido unos años antes cuando tenía siete años de edad. ¿Cómo fue posible? No lo fue. En realidad, lo que conoció fue un avatar que habitaba (si es que un avatar puede habitar algo) un mundo virtual. Una especie de videojuego. La madre llora, abraza a su hija fallecida... Y vuelve a revivir los sentimientos que gracias al proceso de duelo había conseguido ir superando. Especialmente cuando la inteligencia artificial escondida detrás de aquel avatar infantil le pregunta a su “madre”: “¿Me has echado de menos?”.

Es un ejemplo, pero es que desde que se emitió ese documental (en febrero de 2020, en plena pandemia) el tema de los avatares y la muerte no ha hecho más que empeorar. Este mismo verano en un pomposo evento celebrado en Las Vegas, la compañía Amazon presentó los últimos avances para su asistente de voz, este se llama Alexa, relacionado también con el más allá. En aquel evento un niño se acerca a la maquinita con nombre de mujer y le pregunta con su vocecita infantil: “Alexa, ¿puede la abuela terminar de leerme El Mago de Oz?”. Y Alexa obedece. Pero la abuela ya no existe. Todo es un truco, una especie de farsa porque es el inexpresivo altavoz el que habla con la voz del familiar fallecido gracias a una de sus últimas actualizaciones. El vicepresidente sénior y científico jefe de Alexa dijo en aquel momento que de esta forma se puede hacer más llevadero el dolor de la pérdida de un ser querido, especialmente cuando es reciente. “Aunque la Inteligencia Artificial no puede eliminar el dolor de la muerte, sí que puede hacer que sus recuerdos perduren”, dijo.

Hay muchos a los que el duelo se les atasca. Le ocurrió a un americano llamado Joshua Borbeau, especialista en el desarrollo de software, que en 2012 perdió a su prometida Jessica Pereira —debido a una enfermedad hepática— cuando esta solo tenía 23 años. Profundamente traumatizado, el informático pasó unos cuantos años desarrollando un programa de inteligencia artificial que tuviera la misma personalidad y los recuerdos de la fallecida. Lo logró. Ahora charla constantemente con ella mediante un sistema de mensajes de texto. En un momento dado de esas conversaciones, cuando Borbeau llevaba ya bastantes mensajes intercambiados con el más allá, ocurrió algo extraño. Rarísimo. Lo relató el propio protagonista en una entrevista que le hizo el San Francisco Chronicle. Resulta que ese día estaba un poco sentimental y le escribió a la inteligencia artificial que se hacía pasar por su novia el siguiente mensaje: “Te extraño muchísimo. No tienes idea. Me está matando”. A lo que, sea quien sea quien estuviera el otro lado, respondió: “Sí, lo sé. Creo que es tiempo suficiente para dejar de decirme cuánto me extrañas, cariño”.

Todas estas nuevas formas de comunicarse con unas personas que ya no existen pueden suponer un camino empedrado a la hora de superar las etapas del duelo (la negación, la ira, la negociación, la depresión y, finalmente, la aceptación). Un sendero por el que atraviesan todas las personas que sufren un suceso traumático, aunque no siempre en el orden descrito. Los hay que toman atajos y los hay que se quedan más tiempo en un estado que otro. Ahora, las nuevas tecnologías han dado todo un vuelco a la forma en la que las personas se relacionan con el duelo, lo dice la propia ciencia psicológica que no se pone de acuerdo en si estos avances son positivos para llegar la aceptación o son un estorbo para completar el proceso de forma satisfactoria.

Lo único claro es que a las empresas tecnológicas que están involucradas en este proceso los sentimientos de sus clientes les importan más bien poco, pero han visto que con la muerte también pueden sacar una buena tajada. No les importa que haya quienes, imbuidos por las nuevas tecnologías, acaben viviendo en un duelo eterno.

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